Fuente: pressegauche.org - Martes 7 de marzo de 2023 / DE: VANINA DELMAS
Jeff Bezos, Bill Gates, Richard Branson, ¿quieren realmente salvar el planeta o sólo sus beneficios? En su cautivador libro Fin del mundo y Petit Fours. Les ultra-riches face a/a crise climatique, Édouard Morena, investigador en ciencias políticas, revela la intoxicación del mundo ecológico por estas grandes fortunas que hacen todo lo posible por aparecer como héroes climáticos. La conclusión es clara y radical: "Fin del mundo, fin de los ultra-ricos: ¡misma lucha!
P: Desde 2018, los movimientos climáticos han cobrado un nuevo impulso, gracias sobre todo a figuras como Greta Thunberg y a organizaciones como Extinction Rebellion y Fridays for Future. ¿Cómo han reaccionado los ultra-ricos a estas ofensivas?
Édouard Morena: En contra de lo que podría pensarse, en lugar de ver estos movimientos como una amenaza, las élites climáticas que he estudiado los han visto como una oportunidad para mantener el sentido de la urgencia. Han tratado de instrumentalizar la emergencia climática encarnada por estos movimientos para imponer su visión del mundo y de la transición, y descartar así proyectos de sociedad alternativos. Mantienen una hábil mezcla entre el miedo vinculado a la emergencia climática y la esperanza que vendría de la mano de actores privados, empresas o multimillonarios filántropos. Aparecer en una foto con Greta Thunberg forma parte de su estrategia para mostrar su compromiso con el clima. Al igual que su presencia en el Foro Económico de Davos o la de Aurélien Barrau en la universidad de verano del Medef, que contribuyen a legitimar estos espacios y a reforzar la idea de que la solución vendrá necesariamente de estas grandes reuniones de las élites económicas y políticas mundiales. Aunque estos activistas hablen de forma ofensiva, son ovacionados. Las élites están dispuestas a recibir los golpes de estas personas porque, en última instancia, les convierte de horribles actores económicos en salvadores del planeta.
P: ¿Es reciente esta relación ambigua entre las élites y los activistas del clima?
Édouard Morena: Este deseo de crear vínculos con los activistas medioambientales ya existía antes de la COP 15 de Copenhague, en 2009. Con su documental de 2006 Una verdad incómoda, AI Gore expresó este deseo de crear un movimiento que movilizara a la sociedad. En este contexto surgieron nuevos tipos de acción, como el sitio de peticiones ciudadanas Avaaz, que utilizó Internet y las redes sociales para aglutinar una masa crítica. Entre 2009 y 2015, es decir, entre la COP 15 y la COP 21, se produjo una aceleración de este recurso a actores que actúan al margen de la diplomacia climática tradicional. La COP 21 será la culminación de este modelo, que da mucho espacio a los actores no estatales y a los actores privados como impulsores de la transición hacia una economía baja en carbono.
P: ¿Qué papel desempeña lo que usted llama "el arma de la filantropía"?
Édouard Morena: Históricamente, a la filantropía no le gusta presumir, pero es un actor clave que durante mucho tiempo se ha subestimado porque permite establecer este vínculo entre ciertos ultra-ricos y la gobernanza climática, y por tanto la dirección que toma el debate climático a nivel internacional.
La particularidad de la filantropía climática es que está dominada por fundaciones cuyo fundador sigue vivo. Siguen muy vinculadas a un individuo y, por tanto, a su visión del mundo. Como Jeff Bezos, el fundador de Amazon, que lanzó el Bezos Earth Fund para luchar contra el cambio climático. Muchas fundaciones con este objetivo están vinculadas a las nuevas tecnologías, a Silicon Valley. Otras están vinculadas a las finanzas, a través de fondos de inversión o gestores de activos. Su apoyo no es sólo financiero, por lo que su influencia suele ser más sutil. Estas fundaciones conectan en red a los distintos actores del debate y proporcionan apoyo logístico, conocimientos y asesoramiento en materia de comunicación, por ejemplo, o a través de notas informativas a ONG o periodistas. Estas notas son objetivas, pero su distribución suele coincidir con un momento clave del calendario climático. Como resultado, el mismo discurso sobre conclusiones y soluciones aparecerá al mismo tiempo en distintos lugares, como informes de expertos, medios de comunicación o movimientos locales. Este discurso compartido parece independiente cuando ha sido orquestado por estas élites.
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P: Usted escribe: "Los ricos no están en la superficie. Y ése es el problema. Esto va en contra de la idea de que están en su burbuja, desconectados del mundo real, sobre todo contaminando sin límite...
Édouard Morena: Las élites que he estudiado son plenamente conscientes de que los impactos del cambio climático amenazan su poder, su riqueza financiera. Las políticas climáticas y las posibles inestabilidades geopolíticas futuras podrían servir a sus intereses de clase. Las élites económicas han desarrollado una "conciencia climática de clase", ya que el verdadero problema para ellas no es sólo el calentamiento de 1,5 °C o 2 °C, sino también garantizar que la transición en curso sirva a sus intereses y garantice su poder. Algunos de los protagonistas casi evangelizan a sus congéneres, repitiendo: "Os interesa comprometeros en la lucha contra el cambio climático porque se trata de vuestra supervivencia como humanos, pero también de la nuestra como ultrarricos".
P:¿En qué se basa la visión de los ultraricos en la transición ecológica?
Édouard Morena: Sencillamente: en el capitalismo verde. Para ellos es esencial dar un valor, un precio a algo para que merezca la pena salvarlo. Así, hay que dar un valor al carbono almacenado en la naturaleza. En segundo lugar, se centran en la innovación, porque muchas de ellas están arraigadas en el sector de las nuevas tecnologías, sobre todo en Silicon Valley. A veces se basan en tecnologías muy antiguas, como la eólica o la solar, pero su valor añadido reside en el uso de las TI para tejer redes inteligentes y gestionar así estas tecnologías de forma más eficiente. Por último, tienen una visión específica del papel del Estado. Siempre se muestran bastante críticos con el aspecto excesivamente burocrático e ineficaz del poder público para reforzar la idea de que los actores no estatales (inversores y empresas privadas) son los impulsores de la transición. Pero cuidado, esto no quiere decir que el Estado sea inútil: según ellos, su papel es hacerse cargo de los riesgos asociados a la transición hacia una economía baja en carbono y hacer todo lo posible para favorecer la redistribución de la riqueza pública hacia los actores privados.
Economistas como Maxime Combes, coautor de Un pognon de dingue [1], descifran las decisiones de este tipo especial de Estado social, que inyecta mucho dinero en la economía dándoselo a las grandes empresas y a los ricos en lugar de a los más vulnerables. A menudo hay que recortar los presupuestos de sanidad y pensiones para financiar créditos fiscales o ayudas a los inversores privados. Por tanto, el compromiso de estas élites es totalmente relevante para determinadas políticas públicas.
P: Usted describe a algunos de ellos como una "jet set climática". ¿Quiénes la componen?
Édouard Morena: Cuestioné la pertinencia de dar nombres en el libro, pero estas personas se pasan el tiempo poniéndose en escena, ya sea Leonardo DiCaprio, Michael Bloomberg o Jeff Bezos. Mediante esta personalización de la cuestión climática, mantienen la ilusión de que son los multimillonarios, los empresarios, los hombres y los blancos quienes salvarán al mundo de la catástrofe climática. No debemos tener miedo de atacar a estas personas, y es importante hacerlo porque encarnan una visión particular e interesada de la transición que hace hincapié en su persona y en sus intereses de clase.
P: Entre estos nombres, Christiana Figueres aparece repetidamente. ¿Qué representa?
Édouard Morena: Christiana Figueres fue directora ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático tras la COP 15 de Copenhague, y le gusta presentarse como una de las artífices del acuerdo de París. Es de Costa Rica, un país que lleva apostando por las soluciones basadas en el mercado y el desarrollo de los bosques tropicales desde la década de 1990. Hija del fundador de la Segunda República Costarricense en 1948 y hermana de José María Figueres Olsen, presidente del país en la década de 1990, que llegó a ser director general del Foro Económico Mundial en 2000, Christiana Figueres está muy implicada en la puesta en marcha del llamado Mecanismo de Desarrollo Limpio, que dio lugar a los actuales mercados de carbono. Convertirá esto en un negocio creando su propia consultoría, formando parte del consejo de administración y asesorando a fondos de inversión, organismos de certificación y grupos de presión favorables a los mercados de carbono, como la Asociación Internacional de Comercio de Emisiones (IETA). Al mismo tiempo, participará en los procesos de negociación climática como diplomática en representación de Costa Rica.
Tras la COP 21, promueve sin descanso el Acuerdo de París y, en consecuencia, su particular visión de la transición hacia una economía baja en carbono. También está implicada con el sector de los combustibles fósiles: ha formado parte de un consejo asesor de la italiana ENI, ha invitado al antiguo jefe de Shell a su podcast "Outrage and Optimism", También fue la anfitriona de la conferencia TED Countdown con motivo de la COP 26 de 2021. Su condición de líder de la causa climática ha reverdecido su imagen.
Otro aspecto problemático, en mi opinión, es que Christiana Figueres juega con su origen costarricense para dar la impresión de que encarna a los países del Sur y de que la gobernanza climática tiene realmente en cuenta las necesidades de estos países vulnerables, cuando históricamente ha estado dominada por los intereses de los países del Norte. A pesar de todo, conserva una especie de impunidad, pocos se atreven a criticarla e incluso personalidades comprometidas con la justicia climática como Bil McKibben o Naomi Klein la apoyan públicamente.
P: ¿No acabarán estas élites moldeando los paisajes y la naturaleza a través de sus inversiones en determinadas energías renovables o reivindicando la tendencia de rewilding de los espacios?
Édouard Morena: En estos dos aspectos se perfilan tendencias claras. En cuanto al rewilding, vemos una especie de privatización de la tierra y su conversión en reservas de carbono por parte de grandes terratenientes, a veces en lugares donde no existían derechos de propiedad. Esto suele ir acompañado de la exclusión y marginación de las personas que han vivido allí durante cientos o incluso miles de años. En el Reino Unido, los multimillonarios se han convertido en "lords verdes" que compran miles de hectáreas de tierras en las Tierras Altas escocesas, donde los humanos ya no pueden caminar, en nombre de la protección del medio ambiente y la biodiversidad. Pero estas tierras son sobre todo reservas de créditos de carbono que pueden venderse a empresas o particulares para compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero.
En cuanto a las tecnologías para la transición energética, es interesante observar las luchas que existen en el seno de estas élites. Algunos promueven la energía solar y eólica e insisten en la eficiencia energética. Otros, como Bill Gates, están más interesados en la energía nuclear o la geoingeniería, que son soluciones mucho más intensivas en capital y requieren un mayor compromiso por parte de los poderes públicos. La situación cambia constantemente. Por ejemplo, la geoingeniería es más tolerada hoy que hace quince años.
P: ¿Se puede romper la omnipotencia de los ultrarricos?
Édouard Morena: Hay varias razones por las que soy optimista. En primer lugar, durante las movilizaciones contra la reforma de las pensiones en Francia, vimos a representantes de ONG como Greenpeace manifestarse junto a sindicalistas. Establecer este vínculo entre cuestiones sociales y medioambientales era más raro hace diez años. Luego, veo surgir reflexiones sobre las cuestiones realmente importantes: ¿cuál sería una verdadera planificación ecológica? ¿Cuál sería el papel del Estado? ¿Qué es la transición hacia una baja emisión de carbono? ¿En interés de quién es vital deconstruir la retórica de quienes creemos aliados? La urgencia de la cuestión climática ya es reconocida por todos, y su inclusión en la agenda también ha sido un éxito. Hoy, el principal objetivo es saber qué tipo de transición queremos. Y aquí es donde surgirán las diferencias; aunque todo el mundo hable de justicia climática, tenemos que entender que la transición ecológica que defienden estas élites sólo busca mantener el statu quo, su poder, y no tiene en cuenta los intereses de las poblaciones más vulnerables, es decir, las que ya están más expuestas a la crisis climática.
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