Beltrána -Federico Demaria -ClaudiaOfelio -Luis M.Serrae- Antonio Turiel- William J.Rippleg Sharif A.Mukulh -Maria Clara Costaai
Elementos destacados:
Presentamos un análisis holístico de la producción antropogénica de residuos y sus impactos.
Cada año los seres humanos desperdician más del 30% de la mayoría de los recursos naturales.
El consumo de recursos está desvinculado del crecimiento de la población y distribuido de forma desigual.
Las consecuencias de la sociedad del despilfarro incluyen importantes impactos ambientales y sociales.
Se proponen estrategias de decrecimiento y circulares para reducir la huella humana.
Resumen
El metabolismo de las sociedades industrializadas contemporáneas, es decir, sus flujos de energía y materiales, conduce al consumo excesivo y al despilfarro de recursos naturales, dos factores que a menudo no se tienen en cuenta en la ecuación ecológica global.
En este artículo de debate, examinamos la cantidad de recursos naturales que la humanidad consume y desperdicia cada vez más, y proponemos soluciones para invertir este patrón.
Desde principios del siglo XX, las sociedades, especialmente las de los países industrializados, han desperdiciado recursos de diferentes maneras. Por un lado, el metabolismo de las sociedades industriales depende de recursos no renovables. Por otro lado, anualmente, desperdiciamos directamente o gestionamos mal alrededor del 78% del total del agua extraída, el 49% de los alimentos producidos, el 31% de la energía producida, el 85% de las menas y el 26% de los minerales no metálicos extraídos, respectivamente. Como consecuencia, los recursos naturales se agotan y los ecosistemas se contaminan, lo que provoca cambios medioambientales irreversibles, pérdidas biológicas y conflictos sociales. Para reducir la huella antropogénica en el planeta, y vivir en armonía con otras especies y con nosotros mismos, sugerimos cambiar el actual modelo económico basado en el crecimiento infinito y reducir la desigualdad entre y dentro de los países, siguiendo una estrategia de decrecimiento en los países industrializados. También es necesaria la educación pública para reducir el consumo superfluo. Además, proponemos un conjunto de estrategias tecnológicas para mejorar la gestión de los recursos naturales hacia economías circulares que, al igual que los ecosistemas, se basen únicamente en recursos renovables.
Conclusiones y perspectivas de futuro
Hemos demostrado que la extracción de recursos naturales en los últimos 115 años ha aumentado a un ritmo mucho más rápido que el crecimiento de la población humana. Además, un porcentaje notable (más del 30%) de los recursos extraídos no se utiliza para cubrir las necesidades humanas básicas, sino que se desecha directamente o se gestiona mal de alguna manera. En este sentido, los recursos extraídos son consumidos y desperdiciados en su mayoría por los más ricos. Como consecuencia, incluso los recursos que antes se consideraban renovables se están agotando. Donde todavía hay recursos, se están contaminando. La competencia por unos recursos cada vez más escasos está provocando la aniquilación de otras formas de vida, además de provocar inestabilidad social y económica.
Hemos propuesto seguir una estrategia de decrecimiento para minimizar el agotamiento de los recursos naturales, la producción de residuos y, en última instancia, la degradación medioambiental y los conflictos sociales. Sin embargo, es poco probable que el decrecimiento sea promovido por los actores más poderosos del actual modelo económico impulsado por el consumo, que se benefician de él (por ejemplo, Fuchs et al., 2016; Wiedmann et al., 2020).
Por lo tanto, creemos que la participación activa de los ciudadanos es clave para cambiar este modelo, pero es posible que las instituciones gubernamentales deban involucrarse principalmente proporcionando a los ciudadanos los medios (es decir, los servicios públicos) para abordar el cambio.
Por ejemplo, sugerimos empezar por
una redistribución de la riqueza y la renta y
proporcionar a los ciudadanos un sistema de educación pública, de acuerdo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 4, 5 y 10 de la Agenda 2030 (PNUMA, 2015b).
Investigaciones recientes han demostrado que:
el uso de recursos podría reducirse significativamente en muchos países ricos sin afectar a los resultados sociales (O'Neill et al., 2018).
También hay ejemplos prácticos dentro de estos países de pequeñas comunidades o ecoaldeas que han conseguido reducir con éxito su huella material y energética, así como los costes económicos, y vivir más felices y en armonía con el medio ambiente (Trainer, 2019; véase también www.thesimplerway.info).
El peso moral y ético de la SIMPLICIDAD VOLUNTARIA - aquí
Aún así, es necesario investigar más sobre cómo aplicar estrategias de decrecimiento sostenible a niveles espaciales más amplios, y sobre sus implicaciones a corto plazo (véase, por ejemplo, Kallis et al., 2020).
El decrecimiento puede ir acompañado de otras estrategias sociales y tecnológicas que optimicen la gestión de los recursos naturales, minimizando los residuos. En este sentido, hemos propuesto
reducir significativamente el consumo de carne y
el descarte directo de alimentos para garantizar la seguridad alimentaria.
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El cambio a dietas más basadas en plantas podría, además, reducir la huella de agua dulce y de CO2 hasta un 57% y un 87%, respectivamente (Kim et al., 2019; Vanham et al., 2016). Cada vez hay más investigaciones y campañas públicas sobre el desperdicio de alimentos y su relación con las pérdidas de agua dulce y energía, así como con la desnutrición y la seguridad alimentaria (por ejemplo, Alexander et al., 2017; NASEM, 2019; FAO, 2011; Kim et al., 2019; Stevenson, 2017). Aun así, es necesario evaluar las reducciones reales a nivel de país y sus impactos socioecológicos, así como implementar políticas públicas para reducir el desperdicio de alimentos (NASEM, 2019) y el consumo de carne (Fuchs et al., 2016; Galli et al., 2020). También destacamos la importancia de controlar los descartes de las pesquerías y de regular las capturas accidentales. Reconocemos el reciente informe de la Comisión Europea (2020) sobre la aplicación de la Directiva Marco sobre la Estrategia Marina como un paso adelante en esta dirección, pero también se necesitan urgentemente acuerdos globales para controlar la pesca no regulada y sus impactos sociales.
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Las otras soluciones aquí sugeridas son más técnicas e incluyen:
la mejora de los sistemas de riego para reducir las pérdidas de agua dulce (del 44 al 68%; Jägermeyr et al, 2015) de la agricultura;
redes de pesca más selectivas (al menos un 9% de reducción de las capturas accesorias y los descartes si se prohibiera la pesca de arrastre);
sistemas de acuicultura circulares;
sistemas de energía de distrito para reducir el consumo de energía primaria (30-50%) y las emisiones de CO2 (hasta un 58%) (PNUMA, 2015a);
o la desaceleración de la expansión urbana
y la reconstrucción de las viviendas antiguas en lugar de las nuevas construcciones (~75% de ahorro de energía y ~67% de reducción de las emisiones anuales de CO2; Ceranic et al., 2017).
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En cuanto a la producción de energía, los impactos ecológicos de la quema de combustibles fósiles son actualmente bien conocidos y se están impulsando alternativas bajas en carbono a nivel mundial. Sin embargo, advertimos que para suministrar energía sostenible en todo el mundo, el cambio debe ir acompañado de una reducción del consumo de energía, como sugieren otros autores (por ejemplo, Mediavilla et al., 2013; Keyber y Lenzen, 2021). Como es probable que el pico de extracción de todos los hidrocarburos líquidos ya se haya producido (AIE, 2010), prevemos que habrá cada vez más costes energéticos, de capital, medioambientales y sociales relacionados con los ya existentes. Lo mismo ocurre con la extracción de algunos metales en un futuro próximo, cuya extracción se espera que aumente para las tecnologías de bajo carbono y los artículos personales como los teléfonos móviles o los ordenadores. A este respecto, destacamos que es necesario seguir investigando sobre el aumento de la extracción y los residuos de metales y otros recursos minerales no metálicos, cuyos impactos socioecológicos siguen sin estudiarse (Bendixen et al., 2019; Torres et al., 2017). En cuanto a los conflictos sociales relacionados con la extracción de recursos y los residuos, las herramientas de acceso abierto como el Atlas de Justicia Ambiental (ejatlas.org) pueden ser muy útiles para visualizar estos problemas globales.
En definitiva, las soluciones propuestas en este artículo de debate deberían ayudar a pasar de una sociedad derrochadora a una sin residuos, de economías lineales centradas en el crecimiento económico a economías circulares que prioricen el bienestar, la equidad social y la sostenibilidad ecológica. De ninguna manera hemos intentado ser exhaustivos y reconocemos que se pueden seguir otras estrategias socioeconómicas y técnicas para lograr la sostenibilidad y la equidad. Sin embargo, creemos que nuestras propuestas pueden incentivar un mayor debate entre la comunidad científica, los responsables políticos y toda la sociedad para llegar a un acuerdo sobre alternativas verdaderamente sostenibles al modelo económico predominante, impulsado por el consumo, que es injusto con el planeta y su gente.
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