Por Carolina Flynn para Climaterra - marzo 2021
Está claro que el sistema capitalista luchará con uñas y dientes antes de admitir que el mito del progreso y la religión del crecimiento ilimitado del que se nutre, no sólo no consiguieron el prometido paraíso terrenal, sino que nos empujó a un cataclismo ecológico, climático y social que amenazan con un colapso estrepitoso de la civilización humana.
Difícil para los Pinker, Bill Gates, Bezos y Elon Musk entonces, reconocerse autores o defensores de la destrucción, todavía guardan esperanzas de figurar en los manuales de historia como los salvadores a través de las "milagrosas innovaciones tecnológicas". Como dice Clive Hamilton, reducir el CO2 sería admitir que la sociedad industrial ha perjudicado a la naturaleza, mientras que cualquier solución tecnológica sería la confirmación sobre nuestro dominio. De esta forma no hay necesidad de cuestionar el credo que la sustenta: que con la razón podríamos doblegar las realidades a nuestra voluntad.
Un buen ejercicio para los no creyentes en la religión del crecimiento y la salvación tecnológica, ejercicio adecuado para no desesperar ante las arremetidas finales de los "solucionadores-empeoradores" seriales, es reconocer la imposibilidad mental de esa gente, aún embebida en el paradigma racional que acompaña a estos dogmas, de poder poner en cuestión las verdaderas causas de los problemas que enfrentamos, y de esta forma nos sea más fácil entender un poco más desapasionadamente, su obstinación a seguir tratando con los síntomas. Es, literalmente, una imposibilidad. La ceguera del paradigma.
Mientras tanto, el movimiento de no creyentes -llámeselos postcapitalistas, decrecentistas, ecólogos profundos, anti-sistemas, neo-rurales, hippies, etc- va creciendo de a poco. No hay demasiado tiempo -es verdad-, pero no podemos bajar los brazos en el intento de alcanzar la masa crítica necesaria para frenar la caída.
Mientras tanto conviene estar al tanto de los últimos intentos de los adoradores de la tecnología, la ciencia y el capital, de "resolver" los graves problemas creados por ellos mismos. Para bien o para mal son los últimos cartuchos, y son grandes y peligrosos.
Advertencia: no estamos proponiendo que la razón -instrumentada a través de la ciencia y la técnica- no deba operar, es claro que la necesitamos más que nunca. Lo que también es claro, es que es peligroso que siga operando en la división, en la separación, en la parte, en la causa-efecto lineal y aislada. O que continúe operando con el convencimiento de que su sola tenencia nos transforma en dioses en la Tierra, y en los amos y señores de la vida en el planeta.
Se requiere que esa racionalidad se complemente con un pensamiento sistémico, integrador y holístico, un pensamiento que pueda dar cuenta de las complejidades e interrelaciones y -sobre todo- de las incertidumbres que ese reconocimiento generan en el conocimiento. Y con la imposibilidad de conocer todas las implicancias de nuestras acciones, viene la obligación de actuar con humildad y precaución. Se terminó la posibilidad de control sobre la naturaleza que pensábamos que teníamos, a lo sumo -y siendo generosos- cogestionamos con Gaia.
Se requiere también, que esa razón se integre con la emoción y el sentimiento y que se aúne con un desarrollo moral y ético a la altura del desarrollo tecnológico.
Demasiado poder sin sabiduría es peligroso. Demasiado poder sin límites es una receta para el colapso.
Lejos de estas premisas de recato y cuidado -de hecho muy lejos- los últimos intentos del tecnocapitalismo por resolver el calentamiento global apelan a la tecnología de todas las tecnologías, ni más ni menos que a la ingeniería del sistema climático terrestre. A gran escala.
Hay que decir que para estas "soluciones" no hay posibilidad de experimentación previa que permitan sopesar las consecuencias y ramificaciones de los proyectos de modificación climática. No hay mini planetas en los que podamos hacer pruebas pilotos para ver las consecuencias: es una decisión a todo o nada donde todos los seres vivientes haremos de conejillos de indias.
Pero vayamos a los proyectos de geoingeniería que se proponen para continuar con la rueda que perpetúa el sistema de gente que intenta resolver problemas creados por gente que intenta resolver problemas". Proyectos que lucirían imposibles hasta en una novela de ciencia ficción: que el ser humano pueda modificar la composición de la atmósfera y de esa forma, regular el termostato global.
Métodos de geoingeniería basados en la gestión de radiación solar (en base a Wikipedia):
En la alta atmósfera:
Hay varios proyectos de gestión de la radiación solar que buscan dispersar aerosoles (dióxido de azufre) reflejantes en la atmósfera. Varían en los medios en como se hace la dispersión:
-SCOPEX - de la Universidad de Harvard, financiada en parte por Bill Gates la dispersión se haría por medio de globos. Este es el proyecto más adelantado.
-Stratoshield - de un ex director de Microsoft, y de una empresa en la que Bill Gates es inversor - Intellectual Ventures- la dispersión se haría con mangueras a la atmósfera.
Se necesitan dispersar 5 millones de toneladas anuales de aerosoles a una altitud de 20 a 30 kms. Al principio se calculaba un costo anual estimado de tan solo 2 a 8 mil millones de dólares. Al alcance de cualquier nación y de cualquier billonario.
Pero nuevos cálculos ubican esta "solución" en un costo que va de los 55.000 a 550.000 millones de dólares.
De la tropósfera:
-Abrillantamiento de nubes, que reflejarían el sol - Universidad de Washington: crear una neblina de sal que penetren en las nubes marinas creadas continuamente para ser incorporadas a las nubes marinos. Costos desconocidos. Investigaciones sugieren flotas de 1500 "barcos a rotor".
En mayo de 2020 se hizo una prueba en Australia financiado por el gobierno australiano.
De superficie:
- Infraestructura de espejos - Proyecto Meer - Tao Lab @ The Rowland Institute at Harvard.
Propuesta: instalar espejos en las superficies más soleadas para reflejar la luz solar.
Costo por 1 tonelada de CO2 = 10U$S
Poner espejos en el 3-4% de la superficie de la Tierra costaría U$S 500.000 millones. Se instalarían en las partes más soleadas del planeta.
-Nieve artificial en los polos y glaciares, incluyendo mantas aislantes (ya utilizándose en Italia)
- Pintado de colores claros en techos, rutas, etc.
- Capas de perlas blancas arrojadas sobre el hielo para aumentar la reflectividad, flotarían y supuestamente no contaminarían. Proyecto ICE 911 - uno de los sponsors es una entidad de la NASA.
Efectos secundarios sobre los proyectos de dispersión de aerosoles:
Reducción de la luz para los ecosistemas, esencial para la fotosíntesis. Reduciría entre un 2 y 5% la tasa de crecimiento del fitoplancton, árboles y cosechas hasta finales de siglo. Reduciría la habilidad de producir alimentos y que se regeneren los ecosistemas.
Reducción de la producción de energía solar
Reducción de lluvias en ciertas partes del mundo. Por ejemplo, despues de erupciones volcánicas se producen sequías en la región del Sahel. Se modificaría el patrón de precipitaciones en el mundo, afectándose los monzones (de los que depende el agua de 2.000 millones de personas), las lluvias amazónicas, etc.
Inundaciones en Latinoamérica.
Efectos en la salud si las partículas retornaran a la superficie en cantidades suficientes.
Podrían afectar la capa de ozono
Se blanquearían los cielos
Se calentaría y humidificaría la estratósfera (cuidado con el vórtice polar).
Dificultades con el ciclo de vida de los aerosoles
Dificultades con la forma de desparramar los aerosoles
Acidificación de los mares: dado que no se detiene la emisión de CO2, los mares seguirían acidificándose, con el peligro que colapse la cadena alimentaria marina.
Pero estos efectos o dificultades no son nada en relación al denominado "Efecto Terminación"
Si se decidiera detener el sistema, podría hacer que el calentamiento repuntara entre 10 y 20 veces más rápido, que llevaría a una aceleración del cambio climático. Si ya es muy difícil para las plantas y los animales adpatarse a la situación actual -no por nada estamos en medio de la Sexta Extinción masiva de especies- esta aceleración brusca nos llevaría a una catástrofe.
Para evitar ese shock de terminación, las partículas deberían distribuirse continuamente por décadas, siglos o milenios.
Requeriría millones de toneladas de azufre, también haría a la humanidad dependiente del funcionamiento de una manipulación tecnológica a gran escala.
Métodos de captura de carbono no naturales:
-Fertilización con hierro, urea o fósforo en áreas oceánicas para estimular la producción de plancton para acelerar el secuestro de carbono. Pero hay controversias sobre el secuestro real. Y oposición porque se modificarían los ecosistemas marinos y por el peligro de floraciones de algas peligrosas. Se realizaron varios proyectos y todos terminaron debido a
-Forestación de océanos con algas para producir biogas y secuestrar carbono. Los cálculos son que con el 9% del océano secuestraríamos 53 billones de toneladas de carbono por año de las 40 billones anuales.
-BECCS- Bionergy with carbon capture and storage - Bioenergía con captura y secuestro de carbono. La propuesta es cultivar biomasa, por ejemplo madera para capturar carbono, quermarla en una central para producir electricidad y capturar carbono y almacenarlo en la tierra. Es una técnica muy costosa, se necesita mucha superficie (el territorio de 3 Indias), se necesita mucha infraestructura. De 23 proyectos que comenzaron sólo funcionan 5, las que estaban capturando aproximadamente 1,5 millones de toneladas por año de CO2. El IPCC sugiere un rango potencial de emisiones negativas de BECCS de 0 a 22 gigatoneladas por año.
-Captura directa de carbono del aire: con ventiladores y sustancias que absorben el CO2 y luego si se almacena de forma segura a largo plazo, el proceso global conseguirá eliminar el dióxido de carbono. Se han hecho algunas propuestas de ingeniería para el DAC, pero los trabajos en este ámbito aún están en las primeras etapas.
Una empresa privada, Global Research Technologies, demostró un preprototipo de tecnología de captura del aire en 2007.
Carbon Engineering es una empresa comercial fundada en 2009 y respaldada, entre otros, por Bill Gates y Murray Edwards. A partir de 2018, gestionan una planta piloto en la Columbia Británica (Canadá) que está en funcionamiento desde 2015 y es capaz de extraer aproximadamente una tonelada de CO2al día. Un estudio económico de su planta piloto realizado entre 2015 y 2018 estimó el coste en 94-232 dólares por tonelada de CO2 eliminado.
Varias empresas, como la startup de Zúrich Climeworks y la californiana Prometheus Fuels, están trabajando ahora en este enfoque.
Hay varios proyectos de las empresas petroleras: Shell, BP, Total. Según la Agencia Internacional de Energía en los últimos 3 años se iniciaron 30 proyectos.
Contras: Se necesita mucha energía para el proceso.
-Arboles de sodio artificiales: Diez millones de árboles artificiales podrían absorber 3.600 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. Esto equivaldría al 10% de todas las emisiones mundiales. Un solo árbol costaría inicialmente 20.000 dólares, más o menos el precio de un coche en EE.UU. Sin embargo, a medida que la producción de estos árboles aumentara, el precio también bajaría, haciendo que esta iniciativa tuviera un coste menos prohibitivo.
¿Y si todo esto falla? Bueno, ya habrá escuchado los planes de los billonarios de colonizar Marte, o de la extraña obsesión por acumular tierras en determinadas partes del mundo. Pero si quiere conocer la historia de cómo la élite de Silicon Valley está pensando escapar del desastre (Spoiler: no estamos incluidos en los planes) puede cliquear acá.