Fuente: The Conversation - mayo 2019
Autores:
Oliver Taherzadeh, Investigador de doctorado, Departamento de Geografía, Universidad de Cambridge
Benedict Probst: Investigador de doctorado en el Centro de Medio Ambiente, Energía y Gobernanza de los Recursos Naturales de Cambridge, Universidad de Cambridge
El crecimiento verde ha surgido como la narrativa dominante para abordar los problemas medioambientales contemporáneos. Sus partidarios, entre los que se encuentran organismos como la ONU, la OCDE, los gobiernos nacionales, las empresas e incluso las ONG, afirman que la sostenibilidad puede lograrse a través de la eficiencia, la tecnología y la acción medioambiental impulsada por el mercado. El crecimiento verde sugiere que realmente podemos tener nuestro pastel y comerlo: hacer crecer la economía y proteger el planeta.
Pero cuando se trata de abordar los problemas medioambientales más acuciantes, como el deterioro del clima, la extinción de las especies o el agotamiento de los recursos, el crecimiento verde podría debilitar el progreso en lugar de reforzarlo. He aquí cinco razones para ello:
1) El crecimiento supera a la eficiencia
En teoría, los avances en eficiencia medioambiental pueden ayudar a "desvincular" el crecimiento económico del uso de recursos y la contaminación. Pero tales resultados siguen siendo esquivos en el mundo real. Aunque sectores como la construcción, la agricultura y el transporte han conseguido crear menos contaminación y utilizar menos recursos por unidad de producción, estas mejoras han tenido dificultades para compensar totalmente la escala y la velocidad del crecimiento económico. Al superar las mejoras en la producción, el crecimiento económico ha provocado un aumento sin freno del uso de recursos, la contaminación y los residuos.
De hecho, la eficiencia puede incluso estar alimentando un mayor consumo y contaminación. Se trata de una paradoja observada por primera vez en 1865 por el economista William Stanley Jevons, quien observó que la introducción de una máquina de vapor más eficiente coincidió en realidad con un mayor consumo de carbón, no con uno menor, ya que los nuevos beneficios se reinvertían en una producción adicional, lo que provocaba una caída de los precios, un aumento de la demanda, y así sucesivamente. Estos "efectos de rebote" existen en toda la economía, por lo que la única solución real es consumir menos. En el mejor de los casos, la eficiencia es una solución a medias, y en el peor, aviva el mismo problema que intenta resolver.
2) Exageración del papel de la tecnología
Los defensores del crecimiento verde quieren hacernos creer que la solución es una tecnología cada vez mejor. Sin embargo, no estamos tan seguros. Los acuerdos y escenarios medioambientales internacionales asumen con confianza que se desplegarán tecnologías a gran escala para capturar y almacenar las emisiones de carbono, pero aún no hemos visto su potencial ni siquiera a pequeña escala. La agricultura mecanizada se está promoviendo sobre la base de una mayor eficiencia y rendimiento, mientras que se pasa por alto el hecho de que la agricultura de baja tecnología es un medio más productivo para satisfacer la demanda mundial de alimentos a un menor costo ambiental.
Está claro que la tecnología es crucial para reducir la carga medioambiental de la producción y el consumo, pero el crecimiento verde exagera su papel.
3) Si no hay beneficios, no hay acción
Quizá el argumento más convincente que se esgrime a favor del crecimiento verde es que la protección del medio ambiente puede ir de la mano de la obtención de beneficios. Sin embargo, en la realidad suele haber una tensión entre estos objetivos. Muchas empresas tienen aversión al riesgo, por ejemplo, y no quieren ser las primeras en cobrar por las bolsas de plástico, prohibir los vasos de plástico o introducir el etiquetado de carbono.
También hay que tener en cuenta que algunas intervenciones sostenibles no son inversiones atractivas para el sector privado: la conservación de los ecosistemas o la financiación de las infraestructuras públicas para los vehículos eléctricos son poco rentables. Mientras tanto, los riesgos medioambientales como el agotamiento de los recursos naturales o las condiciones meteorológicas extremas podrían resultar cada vez más atractivos para una parte del sector privado.
Si nos tomamos en serio la idea de vivir dentro de los límites medioambientales, tenemos que decir adiós a ciertos sectores: los combustibles fósiles, la ganadería y los fertilizantes. Si dejamos eso en manos del mercado, vamos a esperar mucho, mucho tiempo.
4) El consumo verde sigue siendo consumo
Comprar "verde" ofrece una solución aparentemente de sentido común a los males ambientales del consumo excesivo, pero somos escépticos. La presión por un consumo más ecológico ha trasladado la responsabilidad de los gobiernos y las empresas a los ciudadanos. Como dijo un comentarista, nos han engañado para que luchemos contra los problemas medioambientales como individuos, mientras que los verdaderos culpables quedan impunes.
De hecho, el propio acto de consumo ecológico sigue alimentando la extracción y el uso de recursos naturales, la contaminación y la degradación del medio ambiente. Las cosas requieren más cosas para ser producidas, algo que a menudo se pasa por alto cuando compramos vasos reutilizables, electrodomésticos ecológicos y ropa "sostenible". Cualquier impacto positivo del consumo verde puede ser fácilmente anulado si la gente siente que tiene una licencia moral para darse un capricho en otro lugar. El consumo ecológico es un juego de suma cero si decidimos hacernos veganos y luego volar a larga distancia. Aunque es un error pensar que los consumidores no pueden marcar la diferencia, no debemos engañarnos pensando que la humanidad puede consumir para salir de los problemas medioambientales.
5) El peligro de las suposiciones
Un principio central del crecimiento verde es que los mercados son tanto parte del problema como de la solución. Los defensores del crecimiento verde sostienen que, siempre que hagamos bien los números -un impuesto sobre el carbono, una subvención a las energías limpias o un precio para la naturaleza-, los mercados pueden fomentar la sostenibilidad. Pero abordar los problemas medioambientales a través del mercado implica muchas conjeturas sin un resultado garantizado.
A diferencia del carbono, los ecosistemas y la biodiversidad no son susceptibles de valoración económica ni de sustitución en los mercados. Poner precio a los daños medioambientales en los mercados es como vender permisos para contaminar y destrozar nuestro mundo natural. Aunque los mecanismos de mercado pueden orientar a las empresas hacia un comportamiento sostenible, sólo unas leyes y una regulación estrictas pueden ayudar a que su crecimiento se ajuste a los límites medioambientales.
¿Más allá del crecimiento verde?
La eficiencia por sí sola es una herramienta poco eficaz y las soluciones tecnológicas tampoco nos llevarán a donde tenemos que estar. Tenemos que abordar el problema del consumo. Como los argumentos comerciales para reducir el consumo son escasos, los gobiernos y las comunidades deben tomar las riendas.
Hay señales prometedoras. El próximo informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) incluirá por fin un capítulo sobre el consumo. En el Reino Unido, el informe de la Comisión de Cambio Climático sobre el objetivo de cero emisiones para 2050 pone de manifiesto la necesidad de un cambio social. Cuestionar nuestro apetito de crecimiento es el primer paso hacia un modelo de sostenibilidad más inclusivo y eficaz.