Septiembre 2020
La maquinaria consumista se ha ralentizado, pero los intereses y las presiones para ponerla en marcha son muy grandes. La clave será entender si se esta pausa pandémica ha logrado romper con el espejismo de igualar consumo con felicidad.
El deseo de ser felices y de escapar del sufrimiento es una de las cosas que nos igualan a todos los humanos y tratar de entender como lograrlo nos viene ocupando desde que nos pusimos de pie.
La cinta de correr hedónica (también conocida como adaptación hedónica) es un concepto acuñado por dos psicólogos sociales estadounidenses, Philip Brickman y Donald T. Campbell, y que da cuenta de la tendencia de nuestra felicidad a volver a una línea de base o "punto de referencia" sin importar nuestras circunstancias, elecciones o logros. Es decir, hagamos lo que hagamos, logremos lo que logremos, nuestro nivel de felicidad vuelve a un nivel base que se mantiene constante a lo largo de la vida.
Sugiere que lo que ganamos o perdemos a corto plazo en nuestra felicidad o bienestar no necesariamente conducirán a ganancias o pérdidas duraderas en el bienestar.
¿Porque? porque nos adaptamos a nuestras circunstancias. En otras palabras, cada vez que damos un paso adelante, la cinta de correr se mueve junto a nosotros, manteniéndonos en el mismo lugar. Es un término relativamente nuevo para una idea muy antigua, que ha estado dando vueltas en varios formatos desde la antigüedad y es parte central de la filosofía budista.
Un estudio clásico sobre la relatividad de la felicidad, analizó el impacto de dos eventos extremos positivos y negativos en la vida de una persona: ganar la lotería y quedar parapléjico. Aunque parezca increíble, el estudio muestra que en ambas situaciones extremas de la vida, donde a corto plazo se produce una suba o baja pronunciada de bienestar, a largo plazo se vuelve a la situación base de referencia.
Si bien es indudable que en la vida es importante tener logros, alcanzar objetivos y satisfacer deseos, alcanzarlos no nos da más que una felicidad momentánea. Y sin embargo lo que nuestra sociedad nos muestra como la fórmula del éxito es abocar nuestra vida a perseguir y saciar un deseo tras otro, en una maquinaria infernal que se reproduce cada vez más rápido.
Si hace 30 años con 4 pares de zapatos nos arreglábamos para todo lo que hacíamos hoy una mujer en EEUU tiene en promedio 19 pares. Y la diferencia también está en el tiempo que se usan esos zapatos: si antes esos 4 pares los usábamos, los reparábamos y los volvíamos a usar, hoy con la presión que ejerce la moda, se usan algunas veces y a la basura. A fuerza de décadas de prédica publicitaria, todos los objetos ya sean de uso personal, de la casa (antaño comprados una sola vez en la vida o heredados de las generaciones anteriores), electrónicos, ¡hasta los automóviles! pasaron a usarse por poco tiempo, a pensarse para ser reemplazados rápidamente y sujetos a los vaivenes de la moda, asegurándose que nos de vergüenza usarlos pasado un tiempo.
La adaptación hedónica hoy
Este cambio de hacer del consumo material la fuente primaria de nuestra búsqueda de la felicidad, implicó poner al deseo como dador de sentido y como fuente de identidad personal, dándole un motor incansable al sistema económico. A medida que íbamos dejando atrás la tradición, la solidez de las estructuras familiares, estatales, religiosas, fuimos convirtiendo la acumulación material, el tener cosas, en muletas de la individualidad hasta terminar por confundirlas totalmente: tener y ser se fusionaron impregnando toda la estructura social.
En las últimas décadas la velocidad del ciclo consumista había aumentado terriblemente: fogoneado por una industria publicitaria empoderada con los avances en el conocimiento del funcionamiento de la mente humana y los algoritmos predictivos y la posibilidad de exponer "la felicidad del tener" en las redes sociales parecía imparable.
Obviamente no estamos hablando de la satisfacción de las necesidades básicas de alimentación, vestimenta y vivienda. que si no son satisfechas truncan cualquier posibilidad de desarrollo humano. O de la necesidad de ir logrando cosas a medida que uno va creciendo y madurando. Esto es parte del desarrollo de la persona y es algo sano.
Pero como bien lo señala la teoría de la adaptación hedonista, todo el circuito deseo-satisfacción/compra-felicidad descansaba sobre un engaño: más allá de un determinado umbral, el consumo de bienes materiales como forma de alcanzar la felicidad, es una trampa que prometiéndonos placer, y regenerándose una y otra vez en diferentes formas, no solamente no lo consigue más que momentáneamente, sino que a largo plazo disminuye nuestra calidad de vida y nuestra felicidad.
¿Por qué? Porque más allá de la alegría momentánea que nos brinda el producto nuevo, este proceso que necesita repetirse cada vez más frecuentemente, hace que:
necesitemos más dinero para consumo innecesario y
tengamos que trabajar más horas para conseguirlo;
quitándonos tiempo libre y de ocio para relacionarnos con nuestros seres queridos y explorar nuestros deseos y hobbies;
suele estar aparejado a problemas financieros y a preocupaciones por el dinero
y finalmente, a una destrucción ambiental que va terminar degradando la vida de todos.
Es un enfoque de bienestar meramente cuantitativo, acumulativo que descansa en la productividad, la competencia, la eficiencia y que a la larga no pueden más que conducir a un vacío, porque como vimos, el aumento del bienestar es sólo momentáneo pero el trabajo de alcanzarlo es el de toda una vida y a costa de la propia subjetividad, de las relaciones familiares y humanas, de nuestro tiempo libre, de nuestras necesidades corporales y espirituales. Basta ver las estadísticas de salud mental, de adicciones, etc para darse cuenta los costos humanos del sistema.
La situación en Estados Unidos
Veamos como se relaciona la posibilidad de tener más ingresos y más cosas con la felicidad y analicemos los datos de la primer potencia mundial y uno de los países donde se consume más: Estados Unidos, que dicho sea de paso figura 7º en un ránking de stress mundial.
Figura: Actualmente, el 12% de la población mundial que vive en América del Norte y Europa Occidental representa el 60% del gasto en consumo privado, mientras que la tercera parte que vive en Asia Meridional y África Subsahariana representa sólo el 3,2%
Algunas estadísticas de consumo del hogar americano promedio
Si tomamos datos de 2016 EE.UU tiene los niveles más altos de ingresos y gastos disponibles por hogar, aunque la brecha de ingresos entre ricos y pobres sigue siendo grande y continúa aumentando. Esto se ve reflejado claramente en el día de sobregiro de la Tierra. En 2020 (un año que por la pandemia el consumo fue menor) el 14 de marzo, EEUU se había terminado los recursos que le correspondían y empezaba a usar los que son de todos. Si bien no es el primer país en consumir sus recursos disponibles, sí es el que tiene un mayor impacto por la cantidad de población y por ser el modelo al que muchos quieren imitar.
Algunos datos que nos ilustran el consumo de los hogares estadounidenses:
Tienen el 3,1% de los niños del mundo, pero consumen el 40% de los juguetes del mundo.
La mujer estadounidense promedio posee 30 trajes, uno para cada día del mes. En 1930, esa cifra era de nueve (Forbes).
Han acumulado más del 40% de las armas pequeñas del planeta; el arsenal de Estados Unidos en manos privadas es mayor que el de los siguientes 25 países juntos.
Las casas tienen más televisores que personas. Y esos televisores se encienden durante más de un tercio de las ocho horas del día, 14 minutos (USA Today).
La familia promedio gasta $1,700 en ropa anualmente (Forbes).
Gastan más en zapatos, joyas y relojes ($100 mil millones) que en educación superior (Psychology Today).
El 93% de las adolescentes consideran las compras como su pasatiempo favorito (Affluenza).
Gastan 1,2 billones de dólares anuales en bienes no esenciales, es decir, en artículos que no necesitan (The Wall Street Journal).
En 2019, el gasto en la festividad de Hallowenn fue de 8.800 millones de dólares en dulces, disfraces y decoraciones, o 86 dólares por persona. Eso incluye 500 millones de dólares en disfraces para sus mascotas, el doble de lo que gastaban hace una década.
Obviamente tal aumento de cosas se ve reflejado en más necesidad de espacio:
Tienen más de 50.000 instalaciones de almacenamiento. Actualmente, hay 7.3 pies cuadrados (0.7 m2) de espacio de almacenamiento para cada hombre, mujer y niño. Por lo tanto, es físicamente posible que todos los estadounidenses puedan permanecer de pie -todos al mismo tiempo- bajo el techo de las bauleras de almacenaje (SSA).
Y también se refleja en un mayor estrés por desorden: debido a la acumulación de cosas compradas, hay un aumento de los niveles de la hormona del estrés, el cortisol en las mujeres.
Esto ha hecho surgir la industria del "declutter" u organización de la casa, que estando valuada en 17.000 millones de dólares ha duplicado con creces su tamaño desde principios del año 2000, creciendo a un ritmo asombroso del 10% cada año (prnewswire.com).
¿Cómo se refleja en la situación financiera del ciudadano americano?
Datos pre pandemia, indican que el 72% de los adultos están estresados por el dinero. Por otra parte, según la Reserva Federal para 2014:
El 24% de los hogares estadounidenses experimentaron algún tipo de dificultad financiera en 2014,
El 45% informó que no tenían un fondo de emergencia para cubrir los gastos de 3 meses
El 47% dijo que sería un desafío manejar un gasto inesperado de 400 dólares.
El 76% de los hogares viven de sueldo en sueldo.
¿Y la promesa de felicidad? ¿Qué nos dicen las estadísticas de la sociedad americana?
El sueño del ciudadano global promedio ha sido y es alcanzar los niveles de vida del ciudadano americano. El imaginario colectivo, alimentado por Holywood, la publicidad y los viajes, nos mueve a tratar de emular a nivel planetario "el sueño americano". Quizás hoy con menos ahínco y más dudas, por las cada vez más evidentes tensiones sociales, pero todavía el espejismo no se ha roto.
En un artículo en The Guardian el historiador americano Andrew Bacevich, hace las siguientes reflexiones sobre la situación social en Estados Unidos,:
"Así que en 2016, (...) los estadounidenses pudieron reclamar las siguientes distinciones:
- Uno de cada seis tomaba medicamentos psiquiátricos recetados como antidepresivos o ansiolíticos.
- Más de 16 millones de adultos y más de 3 millones de adolescentes sufrían de depresión significativa.
- Más de 1,9 millones de estadounidenses consumían cocaína con regularidad, medio millón eran adictos a la heroína y 700.000 a la metanfetamina.
- Ese año las sobredosis de opiáceos mataron a 46.000, un nuevo récord.
- El consumo compulsivo de alcohol había alcanzado proporciones epidémicas, ya que uno de cada seis adultos estadounidenses se embriagaba varias veces al mes y consumía siete bebidas por cada borrachera; según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, el consumo compulsivo era especialmente común entre los estadounidenses más jóvenes y adinerados.
- Casi 45,000 se quitaban la vida anualmente, el índice nacional de suicidios se incrementó en un 24% desde 1999; dentro de la década anterior el índice de suicidios de las adolescentes se había duplicado y el de los varones había aumentado en un 40%.
- La adicción a los teléfonos inteligentes se estaba uniendo a las compulsiones más tradicionales, con la persona promedio que revisa su teléfono inteligente 110 veces al día, impulsada por Fomo - o miedo a perderse de algo.
- El síndrome de compra compulsiva, también conocido como adicción a las compras, afectaba a un estimado del 6% de la población; un número comparable eran acaparadores compulsivos.
- Diariamente, 11 millones de estadounidenses, en su mayoría mujeres, luchaban contra trastornos alimentarios como la anorexia y la bulimia, mientras que aproximadamente el 40% de los adultos y casi el 19% de los niños y adolescentes eran obesos.
- Los cirujanos estéticos realizaban más de 17 millones de procedimientos anualmente, con el aumento de glúteos y la labioplastia disfrutando de un particular pico de popularidad.
- Cuarenta millones de estadounidenses visitaban regularmente sitios pornográficos en línea.
- El número de estadounidenses infectados con enfermedades de transmisión sexual en 2016 superó los dos millones, según los CDC, "el número más alto de la historia".
- Se calcula que 24,7 millones de niños crecen en hogares sin padre, un 23% de los niños siendo el porcentaje más algo del mundo, y que estos niños tienen muchas más probabilidades de abandonar la escuela, abusar de las drogas y el alcohol y suicidarse; las niñas que crecen sin la presencia de un padre tienen cuatro veces más probabilidades de quedar embarazadas en la adolescencia.
- Aunque es difícil de cuantificar con precisión, 676,000 niños estadounidenses en 2016 fueron víctimas de abuso o negligencia.
- En ejercicio de su derecho a elegir, las mujeres estadounidenses estaban interrumpiendo alrededor de 650.000 embarazos no deseados cada año, a pesar de la amplia disponibilidad de anticonceptivos.
- Ejerciendo su derecho a llevar armas, los estadounidenses han acumulado más del 40% de las armas pequeñas del planeta; el arsenal de Estados Unidos en manos privadas es mayor que el de los siguientes 25 países juntos.
- Mientras tanto, más de 33.000 estadounidenses mueren anualmente en incidentes relacionados con armas de fuego.
- Año tras año, Estados Unidos tenía la tasa de encarcelamiento más alta del mundo, y ningún otro país desarrollado se acercaba a ella.
-Los datos de las encuestas mostraban que la confianza social -la forma en que los estadounidenses sentían las instituciones gubernamentales y sus conciudadanos- había caído a un mínimo histórico. Tal vez por esa razón, la participación de los votantes en Estados Unidos estaba por debajo de la de la mayoría de los demás países desarrollados.
- En una sociedad cada vez más interconectada, con dos tercios de los estadounidenses en Facebook, la soledad crónica afectaba a una gran parte de la población.
- En un fenómeno descrito como "muertes por desesperación", la esperanza de vida de los varones blancos de la clase trabajadora estadounidense estaba disminuyendo, una tendencia sin precedentes históricos.
- La tasa de natalidad de la nación había caído por debajo de la tasa necesaria para mantener una población general estable; Estados Unidos había dejado de reproducirse.
Las estadísticas son más que contundentes, y parece que la promesa de la felicidad y el bienestar a través de una carrera acelerada de satisfacción de deseos crecientes, no está dando resultados. Por el contrario está destrozando a los individuos, a las familias, al tejido social y al ambiente. El costo es altísimo a todo nivel, el beneficio es para unos pocos.
Con la lógica de un sistema económico que funciona a base del espejismo de la persecución de la felicidad individual a través del consumo, la civilización humana está al borde del colapso poniendo en entre dicho la posibilidad de que la Tierra pueda ser un lugar habitable para las próximas generaciones.
El virus, ¿se rompió el hechizo?
El virus ha cambiado casi todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, y el gasto del consumidor no es una excepción. Los consumidores están menos propensos a gastar más, por la gran incertidumbre que se cierne sobre el futuro económico.
Habrá que ver como se reconfigura el deseo humano, que dirección tomará en los próximos meses. Las presiones del sistema por volver a "la normalidad" son grandes, pero las huellas psíquicas y físicas de este freno, la posibilidad de detener la maquinaria y ver la inutilidad de muchos de nuestros antiguos automatismos también jugarán en la ecuación.
El confinamiento nos permitió bajarnos de la cinta de correr hedonista, y quizás algunos hayan empezado a entender que el sentido hay que buscarlo en otra parte. Que el vacío no se puede llenar a fuerza de compras y podamos instaurar, como dice Bifo Berardi "una cultura de la frugalidad, que no significa ni pobreza ni renuncia, sino un desplazamiento de la atención de la esfera de la acumulación a la esfera del disfrute".
La destrucción del mundo natural a fuerza del saqueo de los ecosistemas está en fase terminal. Si no lo entendemos, la salida ya no será en nuestros términos, sino en los de la naturaleza.