Fuente: New Yorker - Por Michelle Nijhuis -marzo de 2015
El desafío del Antropoceno es aprender a vernos a nosotros mismos no en el extremo abierto de la línea de tiempo de la Tierra, sino dentro de sus límites, como fósiles en formación.
Las tareas del Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno AWG ( Anthropocene Working Group) -una rama de treinta y nueve miembros de una subcomisión de una comisión de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas- son a la vez tediosas y embriagadoras. Como dice irónicamente el presidente del grupo, Jan Zalasiewicz, sobre el cual Elizabeth Kolbert escribió en 2013, "La gente no entiende la muy lenta escala de tiempo geológico en la que trabajamos". Sin embargo, las próximas recomendaciones del AWG. pueden poner fin a la única época que cualquiera de nosotros ha conocido, el Holoceno, que comenzó después de la última edad de hielo, hace unos doce mil años, y que dura hasta hoy. Los miembros del grupo se están preguntando si la huella humana en este planeta es lo suficientemente grande y clara como para justificar el bautizo de una nueva época, una que lleva nuestro nombre: el Antropoceno. Si lo es, ellos y sus compañeros geólogos deben decidir cuándo termina la vieja época y comienza la nueva.
En un artículo publicado en 2015 en la revista Nature, Simon Lewis, de la Universidad de Leeds, y Mark Maslin, del University College London, proponen que la "espiga dorada" del Antropoceno -la línea entre éste y el Holoceno- se fije en 1610 o en 1964. Los períodos de tiempo geológicos suelen estar delimitados por marcadores en la roca o el hielo: por ejemplo, el comienzo de nuestra era actual, el Cenozoico, se identifica por una polvareda de iridio que cayó sobre el globo hace unos sesenta y seis millones de años (el elemento, por lo demás raro en la corteza terrestre, puede haber sido lanzado aquí por el mismo asteroide que supuestamente mató a los dinosaurios). El año 1610 se distingue en los núcleos de hielo de la Antártida por un descenso en el dióxido de carbono atmosférico. En los decenios posteriores a la llegada de los europeos -y sus gérmenes- a las Américas, murieron unos cincuenta millones de personas; enormes extensiones de tierras de cultivo abandonadas volvieron a convertirse en bosques, y los árboles absorbieron más carbono que los cultivos. El año 1964, mientras tanto, se distingue en las capas de roca por su alta proporción de isótopos radioactivos-que se desprenden de los ensayos de armas nucleares.
Algunos miembros del Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno aprueban que se alinee el nacimiento de la nueva época con el de la era atómica, que coincide convenientemente con la explosión de mediados del siglo XX en la población humana y la industrialización. Lewis y Maslin, ninguno de los cuales es miembro del A.W.G., se inclinan hacia la fecha de 1610, argumentando que el movimiento de especies a través del Atlántico alrededor de esa época causó un "claro y permanente cambio geológico en el sistema de la Tierra". Zalasiewicz señala que hay muchas variables a considerar. "Tenemos que tratar de entender a los humanos como un conductor de la geología, así como hemos entendido anteriormente los masivos estallidos volcánicos e impactos de meteoritos", me dijo. "Esos son muy simples, en comparación". Lo importante, subrayó, es que la época se defina con criterios científicos tradicionales. Después de que Paul Crutzen, químico atmosférico holandés y premio Nobel, acuñara la expresión, en el año 2000, Zalasiewicz dijo, "La gente estaba usando 'el Antropoceno' como si fuera un término geológico real, sin comillas, sin ningún sentido de la ironía. Teníamos que hacer algo al respecto".
El Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno entregará sus recomendaciones a la Comisión Internacional de Estratigrafía el año próximo. (NT: las traduciremos en breve) Pero dentro de milenios, cuando los restos de nuestra civilización sean aplastados en finas capas de roca, apenas importará dónde se encuentre la espiga dorada del Antropoceno: en 1610, en 1964, o, como Crutzen propuso originalmente, a finales del siglo XVIII, cuando James Watt diseñó su máquina de vapor. La pregunta clave es cómo una época humana formalmente designada dará forma al pensamiento científico en el mientras tanto. Como dijo Naomi Oreskes, una historiadora de la ciencia y miembro del A.W.G., "Son los geólogos los que dicen: 'Somos testigos de esta profunda y problemática transición. Y queremos que el mundo hable de ello". El desafío del Antropoceno es aprender a vernos a nosotros mismos no en el extremo abierto de la línea de tiempo de la Tierra, sino dentro de sus límites, como fósiles en formación.