Cuando un gran barco está en puerto y amarrado, está seguro, no hay dudas. Pero no se construyen grandes barcos para eso.
Por Clarissa Pinkola Estes, escritora y psicóloga junguiana, autora del libro "Mujeres que corren con los lobos"
Publicado en Grahameb
Amigos míos, no se desanimen. Estamos hechos para estos tiempos. Últimamente he oído hablar de muchos que están profunda y correctamente desconcertados. Están preocupados por la situación actual de nuestro mundo. El nuestro, es un tiempo de asombro diario y, a menudo, de rabia justificada por el deterioro, la destrucción de lo más importante para la gente perspicaz y con visión.
Tienen razón en su análisis. El prestigio y la arrogancia que algunos han ambicionado mientras apoyaban actos atroces contra los niños, los ancianos, la gente común, los pobres, los desprotegidos, los indefensos, son impresionantes. Sin embargo, te insisto, te pido gentilmente, por favor no seques tu espíritu lamentando estos tiempos difíciles. Especialmente te pido que no pierdas la esperanza. Sobre todo porque el hecho es que fuimos hechos para estos tiempos. Sí. Durante años, hemos estado aprendiendo, practicando, entrenando y esperando para encontrarnos en este lugar en este momento.
Crecí en los Grandes Lagos y reconozco un barco apto para navegar en cuanto lo veo. Con respecto a las almas despiertas, nunca ha habido navíos más hábiles en las aguas, que los que hay ahora mismo en todo el mundo. Y están plenamente equipados y son capaces de comunicarse unos a otros como nunca antes en la historia de la humanidad.
Miren la proa; hay millones de barcas de almas buenas con ustedes. A pesar de que sus maderas puedan temblar en cada ola de este tormentoso camino, les aseguro que las largas tablas que componen su proa y su timón provienen de un bosque mayor. Esa madera dura es conocida por resistir tormentas, por mantenerse unida y por avanzar a pesar de todo.
En cualquier momento difícil, hay una tendencia a centrarse en pensamientos sobre lo que está mal o corrompido en el mundo. No te concentres en eso. Hay una tendencia, también, a caer en el debilitamiento por enfocarnos en lo que está fuera de nuestro alcance, por lo que aún no puede ser. No te concentres en eso. Eso es gastar el viento sin haber levantado las velas.
Nos necesitan, eso es todo lo que podemos saber. Y aunque encontremos resistencia, más que eso, encontraremos grandes almas que nos saludarán, nos amarán y nos guiarán, y las conoceremos cuando aparezcan. ¿No dijiste que eras creyente? ¿No dijiste que te comprometiste a escuchar una voz mayor? ¿No pediste la gracia? ¿No recuerdas que estar en gracia significa someterte a una voz más grande?
La nuestra no es la tarea de arreglar el mundo entero de una sola vez, sino la de estiranos para reparar la parte del mundo que está a nuestro alcance. Cualquier cosa pequeña y tranquila que un alma pueda hacer para ayudar a otra alma, para ayudar a alguna porción de este pobre mundo sufriente, ayudará inmensamente. No nos es dado saber qué actos o hechos, y de quienes causarán que la masa crítica se incline hacia un bien perdurable.
Lo que se necesita para un cambio drástico es una acumulación de actos, sumar, sumar, sumar, sumar, continuar. Sabemos que no todos en la Tierra tienen que traer la justicia y la paz, sino sólo un grupo pequeño y decidido que no se rendirá durante la primera, segunda o centésima tormenta.
Una de las acciones más tranquilizadoras y poderosas que puedes hacer para intervenir en un mundo tormentoso, es levantarte y mostrar tu alma. El alma en cubierta brilla como el oro en tiempos oscuros. La luz del alma lanza chispas, puede enviar bengalas, hace señales de fuego, hace que las cosas apropiadas se incendien. Mostrar la linterna del alma en tiempos sombríos como estos - ser feroz y mostrar misericordia hacia los demás; ambos son actos de inmensa valentía y gran necesidad.
Las almas sufrientes captan la luz de otras almas que están completamente iluminadas y dispuestas a mostrarla. Si quieres ayudar a calmar el caos, esta es una de las cosas más fuertes que puedes hacer.
Siempre habrá momentos en los que te sentirás desanimado. Yo también he sentido desesperación muchas veces en mi vida, pero no la invito a sentarse a mi mesa. No voy a darle charla. No le está permitido comer de mi plato.
La razón es esta: En lo más profundo de mi ser sé algo, al igual que tú. Es que no puede haber desesperación cuando recuerdas por qué viniste a la Tierra, a quién sirves y quién te envió aquí. Las buenas palabras que decimos y las buenas obras que hacemos no son nuestras. Son las palabras y los hechos del Origen que nos trajo aquí. Con ese espíritu, espero que escribas esto en tu pared: Cuando un gran barco está en puerto y amarrado, está seguro, no hay dudas. Pero no se construyen grandes barcos para eso.