Fuente: Equal Times - Autora: Charlène Barnet - 22 de Marzo de 2021.
La cuestión de los materiales utilizados para producir tecnologías de baja emisión de carbono (baterías, turbinas eólicas, paneles solares, vehículos electrificados, etc.) tiene una importancia fundamental y ha sido objeto de un amplio debate. El consumo de agua necesario para la extracción de minerales y la fabricación de estas tecnologías también es esencial, aunque se discute mucho menos.
Los paneles solares alimentan las bombas de agua en el árido Valle del Rift de Kenia. Esta tecnología, que supuestamente da respuesta al problema del acceso al agua en este lugar, supone paradójicamente un sistema de producción de materias primas que afecta a los recursos hídricos del mundo.
Hablamos de la presión sobre nuestro suministro de agua cuando se trata de los usos agrícolas, la cría de animales y, más concretamente, la producción de carne, pero hablamos poco de ello cuando se trata del despliegue de tecnologías con bajas emisiones de carbono. En un mundo cada vez más limitado por los recursos hídricos, esta cuestión será sin embargo inevitable, y ya lo es en algunas regiones.
A los efectos conocidos del calentamiento global sobre el ciclo del agua hay que añadir las crecientes presiones antropogénicas ejercidas sobre los recursos hídricos: entre 1900 y 2010, la extracción a nivel mundial se ha multiplicado por más de siete, mientras que el tamaño de la población en el mismo periodo "sólo" se ha multiplicado por 4,4. Así, algunas zonas se encuentran en un estado de alto estrés hídrico, lo que anuncia un creciente conflicto por su uso entre la agricultura, la industria y la población, e incluso tensiones a nivel internacional.
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Las tecnologías de transición energética son complejas y consumen ciertos materiales en grandes cantidades. Así, el litio, el cobalto e incluso el níquel se han convertido en los metales estrella de las baterías de iones de litio utilizadas en los vehículos eléctricos. El cobre, ya omnipresente en nuestra vida cotidiana, podría ver disparada su demanda gracias a las nuevas formas de movilidad, pero también a la energía solar fotovoltaica.
En general, la transición energética global sólo puede lograrse mediante la intensificación de la minería en todo el mundo, lo que conlleva a su vez un aumento del consumo de agua.
Una presión cada vez mayor sobre los recursos hídricos
A nivel de país, el sector minero suele estar muy por detrás de la agricultura o incluso de otros sectores industriales (en Perú, por ejemplo, representa alrededor del 1% del consumo de agua del país, frente a casi el 89% de la agricultura). No obstante, es un gran consumidor, especialmente durante la extracción y el procesamiento de minerales, y genera muchas externalidades sobre el agua (vertido de sustancias, drenaje ácido, etc.).
Además, en el caso de muchos de los metales estudiados, la extracción y la transformación se realizan en países en los que la presión sobre los recursos hídricos ya es fuerte y en los que la situación del agua, en el estado actual de las cosas, no va a mejorar en las próximas décadas.
La industria de las tierras raras, con su elevado consumo de agua, es un buen ejemplo de este problema. Las investigaciones de la organización pública de investigación y formación IFP revelan un aumento de la presión sobre los recursos hídricos en al menos dos países que ya sufren episodios de gran estrés hídrico: China y Australia.
En un escenario climático restringido, el consumo de agua de la industria australiana de tierras raras en 2050 representaría más de dos tercios (69,2%) de la extracción de agua de todos los sectores industriales en 2015 o el 11,2% de la extracción total de agua en 2015 en el país.
Sin embargo, los metales de las tierras raras no son los únicos elementos afectados por la política minera proactiva de Australia: se encuentra entre los cinco primeros productores mundiales de litio, níquel, cobre, cobalto e incluso aluminio. Sólo podemos imaginar la "huella hídrica" del sector minero en un país donde se intensifican los episodios de sequía.
Aunque menos alarmante, la situación es similar en el caso de China: la mayor reserva de tierras raras del mundo - Bayan Obo, en Mongolia Interior - se encuentra en una zona donde el estrés hídrico se califica de "extremadamente alto".
En muchos otros países mineros, los conflictos por los recursos hídricos son ya una amenaza. En Chile, por ejemplo, las actividades mineras (cobre y litio) se concentran en el norte del país, una de las zonas más áridas del mundo. En los últimos años se ha producido una creciente movilización de las poblaciones indígenas y de los grupos ecologistas, apoyados últimamente por el regulador medioambiental chileno, que denuncian el agotamiento del acuífero situado en la zona del desierto de Atacama y los daños causados a los ecosistemas. Las batallas legales se multiplican y frenan los proyectos mineros, como el de Rajo Inca, un proyecto de 1.200 millones de dólares liderado por Codelco. (Nota de Climaterra: fue finalmente aprobado recientemente)
A pesar de sus recursos hídricos, Perú sufre un estrés hídrico crónico debido a la desigual distribución, las diversas formas de contaminación y el deshielo de los glaciares en la región andina. Se cree que la escasez de agua y la fuerte inversión en minería son los dos principales desencadenantes de conflictos en la región. Así, la huella ambiental del sector minero parece ser "la gota que colma el vaso": la contaminación de 16 de los 21 ríos más contaminados se debe a actividades mineras o industriales existentes o pasadas, según la Autoridad Nacional del Agua (ANA).
La proliferación de conflictos y la escasez de este recurso ponen en peligro la actividad minera y obligan a las empresas del sector a anticiparse, adaptarse e innovar.
En respuesta al desafío del agua, las empresas buscan, en particular, reducir su consumo mejorando la eficiencia de sus actividades de explotación y procesamiento. El desarrollo de un proceso innovador de extracción directa de litio adecuado para las aguas de los salares argentinos por parte de IFP Energies Nouvelles y Eramet ilustra, por ejemplo, este tipo de desafío. La empresa chilena SQM, especializada en el litio, desea, gracias a sus innovaciones, reducir su consumo de agua en un 30% de aquí a 2030. En la industria del cobre, la mejora de los procesos de reciclaje del agua ha permitido aumentar la proporción de agua reciclada en el consumo total del sector del 72,7% al 76,4% entre 2018 y 2019.
Otra opción ha tenido mucho éxito en la región en los últimos años: el uso de la desalinización. Cochilco (la Comisión Chilena del Cobre) estima que el uso de agua de mar debería triplicarse con creces para 2029. Sin embargo, la viabilidad de esta estrategia plantea interrogantes, ya que el bombeo y el tratamiento del agua de mar, así como el transporte del agua a lo largo de miles de kilómetros a través de la Cordillera de los Andes, requieren inversiones, así como materiales y energía. En definitiva, un proceso que requiere mucha energía y muchos materiales.
La explotación de acuíferos mediante perforaciones es otra de las posibilidades explotadas para hacer frente a la falta de agua. A principios de 2020, en plena sequía australiana, Glencore optó por esta solución para abastecer de agua a su mina de cobre CSA en Nueva Gales del Sur. También en este caso, las perforaciones realizadas para explotar unas aguas subterráneas ya amenazadas suscitan dudas.
La "huella hídrica", un indicador poco conocido
En este contexto, es necesaria una mayor concienciación de los ciudadanos sobre la cuestión del consumo de agua para avanzar hacia una mayor abstinencia. Se concreta en la noción de "huella hídrica", que corresponde a la cantidad de agua utilizada en un territorio por una población determinada para satisfacer todas sus necesidades. Así, incorpora, además del agua del grifo consumida, el agua necesaria para la producción de bienes y servicios producidos en el territorio nacional pero también importados.
La huella hídrica de los ciudadanos de los países de la OCDE es mayor, por término medio, que la de los ciudadanos de los países no pertenecientes a la OCDE. La de un francés es, por ejemplo, de más de 200m3/habitante/año mientras que la media mundial es de 167m3/habitante/año.
Además, resulta que la huella hídrica francesa es aproximadamente tres veces superior al volumen de agua consumida a nivel doméstico. Al igual que en el caso de la huella de carbono, una gran parte del consumo de agua de los franceses proviene del hecho de que la cantidad de agua utilizada para producir bienes y servicios importados en Francia es mayor que la de los bienes y servicios exportados desde Francia.
Esta falta de consideración de nuestra huella hídrica acentúa el desfase entre la percepción que tiene el usuario de su consumo y la realidad del impacto de su estilo de vida sobre los recursos hídricos.
Esta situación se agrava aún más por la fuerte tolerancia a las fugas de agua potable de las tuberías (alrededor del 20% del agua se pierde por esta vía en Francia) por parte de los ciudadanos y los operadores, lo que frena la posterior inversión masiva en el mantenimiento de las infraestructuras.
Al igual que en el caso de la eficiencia energética o de los materiales, es necesario un cambio en el comportamiento de compra, lo que requerirá una mejor información al consumidor con, por ejemplo, un etiquetado obligatorio del contenido de agua de los productos.
La huella hídrica medioambiental de los minerales reciclados es mucho menor que la de los minerales extraídos directamente del subsuelo. El consumo de agua puede dividirse por cinco en el caso de las tierras raras, por diez en el caso del cobre o incluso por 20 en el caso del cobalto. Cuando sabemos que sólo el 42,5% del total de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos se recicló en la Unión Europea de los 28 en 2019, el fomento de la recogida y el reciclaje parece una opción interesante a seguir.
La aplicación por parte de los poderes públicos de políticas públicas de fomento de la economía circular también podría aportar beneficios que van más allá de la reducción de la presión sobre los recursos.
Según el Instituto Francés de Economía Circular, permitiría la creación o el refuerzo de sectores generadores de empleo, un argumento tanto más pertinente en el contexto de la crisis económica creada por la pandemia del Covid-19. También reforzaría la soberanía del Estado francés y, más ampliamente, de los países de la Unión Europea en su suministro de metales críticos.
Por último, el apoyo a la investigación y la innovación en torno a los procesos industriales de vanguardia es también una palanca para mejorar la gestión del agua en el sector, al tiempo que se consolida la influencia de las empresas francesas a nivel internacional.
El oro azul: ¿bien común o propiedad privada?
La industria minera, y nuestras poblaciones, también tendrán que enfrentarse a una creciente incertidumbre en torno a las condiciones de acceso al oro azul. Se están desarrollando dos fenómenos opuestos.
Por un lado, existe un movimiento hacia la mercantilización de los recursos hídricos, cuya última manifestación altamente simbólica ha sido la introducción de un contrato de futuros del agua en la Bolsa Mercantil de Chicago a finales de 2020.
Por otro lado, algunas poblaciones o comunidades reivindican el agua como un derecho humano fundamental y pretenden oponerse a cualquier intento del sector privado de monopolizarla.
Entre los países mencionados aquí, Chile es un ejemplo sugestivo. Alabada por el pueblo chileno, la nueva constitución propuesta podría devolver al agua, privatizada desde 1981, el estatus de bien común, lo que creará incertidumbres para el sector minero.
Este movimiento de reapropiación del agua como bien público se observa también en algunos países occidentales. Es lo que ocurrió en París, por ejemplo, con la municipalización del servicio público de agua en 2009 y, desde 2010, la autoridad Eau de Paris se encarga de toda la distribución.
Aunque es un usuario modesto de agua en comparación con el sector agrícola, la industria minera, al igual que todos los demás sectores, tendrá que lidiar en un mundo en el que el espectro de la crisis del agua temida por las Naciones Unidas es probable que se haga realidad y en el que cada gota de agua consumida contará.
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