Por navdanyainternational - Organización de Vandana Shiva - 2023
EL PARADIGMA INDUSTRIAL ESTÁ EN LA RAÍZ DE NUESTRAS CRISIS
Hay dos paradigmas principales de pensar de nosotros mismos en el mundo
y de nuestra relación con la Tierra. Pensamos que estamos separados de la Naturaleza o como parte de ella. El paradigma de la agricultura industrial, que ve el mundo como una máquina, ha devastado el planeta.
Los combustibles fósiles, la savia del paradigma industrial, se utilizan en en casi todas las fases de la cadena alimentaria, desde pesticidas o fertilizantes sintéticos basados en combustibles fósiles, maquinaria agrícola devoradora de gas, y un sistema global de procesamiento, envasado y transporte basado en combustibles fósiles.
La industria de los fertilizantes es responsable de más de una quinta parte de las emisiones totales de gases de efecto invernadero de los sistemas agrícolas
en todo el mundo. Representa el 2,4% del total mundial de emisiones, de las cuales
60% se generan tras la aplicación de los productos a los suelos.
El glifosato, uno de los pesticidas más pulverizados, ha causado
la extinción masiva de la biodiversidad, y está vinculado a una serie de
efectos perjudiciales para la salud. Alrededor del 44% de los agricultores son envenenados con pesticidas cada año, lo que equivale a unas 20.000 muertes anuales.
Monsanto, el creador del glifosato, ha sido demandado por más de 2.420 millones de dólares por haber causado cáncer a miles de personas.
En conjunto, estas prácticas ecológicamente destructivas representan el 29% de
todas las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), haciendo del sistema alimentario mundial uno de los principales responsables del cambio climático y la degradación del medio ambiente.
LAS FALSAS SOLUCIONES SÓLO NOS QUITAN PODER
El cambio climático y la catástrofe climática también se están convirtiendo en armas para
terminar de llevar a los últimos pequeños agricultores hacia un
sistema industrializado.
En la Unión Europea, por ejemplo, el número total de todo tipo de
agricultores cayó de 14,5 millones a 10,3 millones entre 2005 y
2016. Las tasas mundiales de desaparición de pequeños agricultores son similares, ya que muchos pequeños agricultores han sido desplazados activamente por el agronegocio del monocultivo masivos y por las granjas concentradas de alimentación
animal o feedlots.
Las granjas industriales representan un receptáculo de enfermedades y resistencia a los antimicrobianos, sufrimiento animal y falta de ética.
Las granjas industriales contribuyen de forma significativa a la contaminación del suelo y el agua, al cambio en el uso de la tierra y a la contaminación por nitrógeno y fósforo.
La FAO considera que la ganadería de las granjas industriales es responsable del 14,5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, mientras que algunas estimaciones sitúan la cifra por encima del 30%.
Pero la misma industria que está eliminando las pequeñas y medianas granjas por granjas industriales, nos vende ahora una variedad de falsas soluciones a los problemas que su sistema ha causado.
Sacar la culpa de estos actores corporativos y del sistema industrial es un intento de mantener el poder en manos de las corporaciones a expensas de
la verdadera solución a nuestras múltiples crisis.
CONCENTRACIÓN DEL PODER CORPORATIVO
Hoy en día, la mayor parte del sistema alimentario industrializado globalizado está concentrado en manos de unas pocas corporaciones.
Por ejemplo, a fecha de 2019, 5 empresas agroquímicas ostentan el monopolio del 55% del mercado mundial de semillas, valorado en 61.500 millones de dólares.
En 2018, el 61% de la producción mundial de semillas y pesticidas era propiedad de tres megacorporaciones.
Cuatro corporaciones ostentan el monopolio sobre el comercio mundial de alimentos básicos, y aproximadamente el 80% del mercado estadounidense de carne vacuna está controlado por solo cuatro empresas.
En 2018, siete empresas dominaban la genética de las aves de corral, los cerdos, el ganado vacuno y la acuicultura, y facturaron más de 80.000 millones de dólares.
Debido a tal concentración de poder, estas corporaciones pueden influir en los tipos de semillas que plantan los agricultores, qué cultivos se cultivan y cómo, qué razas de animales se crían y en qué condiciones, las condiciones laborales de los trabajadores agrícolas, y los tipos y precios de los alimentos que aparecen en los supermercados.
Utilizando la crítica que los movimientos ecologistas llevan décadas compartiendo sobre los problemas de la producción industrial de alimentos y animales, las empresas están maquillando de verde sus alimentos sintéticos y cultivados en laboratorio como parte de la solución al cambio climático.
Pero estas mismas corporaciones están detrás del impulso de los alimentos sintéticos y cultivados en laboratorio, con gigantes de la industria cárnica como Tyson foods, JBS, Cargill, Nestlé y Maple Leaf Foods han invertido hasta 2.780 millones de dólares en este nuevo sector.
Los alimentos sintéticos y cultivados en laboratorio se están convirtiendo rápidamente en el siguiente medio para consolidar aún más el poder y los beneficios en manos de unos pocos gigantes alimentarios, sin exigirles responsabilidades por las consecuencias del sistema que perpetúan.
ESCLAVITUD ALIMENTARIA
La consolidación de nuestros recursos alimentarios en manos de unas pocas
multinacionales nos deja a merced de estos sistemas lucrativos. La actual integración de la alimentación y la
alimentos sintéticos, la edición de genes y otras falsas soluciones pone en riesgo directo nuestra soberanía y seguridad alimentarias, amenazando las redes alimentarias locales y la armonía ecológica.
Esta monopolización, evidenciada por las asombrosas estadísticas-
en las que unas pocas corporaciones ejercen una influencia significativa sobre el
sistema alimentario mundial, pone de manifiesto la erosión de nuestra autonomía.
Las consecuencias son la extinción de los pequeños agricultores,
la erosión de las prácticas agroecológicas tradicionales, y el declive de dietas variadas y nutricias.
Lo alarmante es cómo los individuos, a menudo apodados consumidores, se convierten inconscientemente en engranajes de esta colosal maquinaria. A pesar de la ilusión de elección, nuestras opciones se están reduciendo sistemáticamente. Nuestras dietas, antes diversas, están ahora monopolizadas por la comida basura industrial y artificial. Es una moderna reiteración de la esclavitud alimentaria, donde la verdadera libertad de elección se ve eclipsada por una estrecha selección dictada por gigantes con ánimo de lucro.
LA DISTOPÍA DE LA VISIÓN MECANIZADA DEL MUNDO
Ahora, en nombre de la acción climática, los gigantes de la agricultura industrial han
lanzado una larga ofensiva para recolonizar las semillas y los alimentos a través de una serie de falsas soluciones a la crisis climática. La desregulación y la renovada imposición de las semillas genéticamente modificaas -OGM-, la sustitución de alimentos reales por productos sintéticos de laboratorio, y la expansión del ya perjudicial modelo de la Revolución Verde.
Todo para dar paso a una nueva era de digitalización y una mayor integración vertical del sistema alimentario mundial. Habiendo reducido los alimentos a una mercancía que puede constituirse en el laboratorio.
La visión de esta cosmovisión mecanizada nos lleva a un futuro de agricultura sin agricultores, agricultura sin biodiversidad y agricultura sin suelo.
El futuro al que nos llevan es distópico, totalmente artificial y totalmente separado de la naturaleza.
Todo en el falso nombre de salvar el planeta.
Sin tener en cuenta la estimación de 12,7 billones de dólares 2020 de
los costes ocultos de las emisiones de gases de efecto invernadero y de nitrógeno, del uso del agua, de los cambios en el uso del suelo, de las dietas poco saludables, desnutrición y pobreza, del presente sistema alimenticio, de acuerdo con la FAO.
El modelo de agricultura industrial ya nos ha llevado al borde de la catástrofe.
El cambio climático y sus consecuencias muy reales no pueden abordarse sin reconocer el papel central del sistema alimentario industrial y globalizado en la perpetuación de la crisis climática y ecológica.
SOLUCIONES REALES A LA CRISIS CLIMÁTICA SE BASA EN UNA
VISIÓN AGROECOLÓGICA DEL MUNDO
La verdadera solución son los sistemas agroecológicos basados en la biodiversidad, que trabajen en armonía con la naturaleza, que regeneren los ecosistemas.
Los sistemas agroecológicos pueden mejorar la salud del suelo y reducir la erosión en un 22%, y aumentar la resiliencia frente a los impactos del cambio climático, gracias a la conservación de la biodiversidad y a revertir la degradación de la tierra.
La biodiversidad se protege aumentando el número y la diversidad de especies e individuos, especialmente organismos del suelo, plantas, aves y polinizadores. El aumento de la biodiversidad aumenta la polinización,
el control biológico de plagas, el ciclo de nutrientes y el ciclo del agua.
La agroecología y la agricultura ecológica también reducen la necesidad de insumos externos a través de la integración del agroecosistema, aumentan la diversificación de cultivos y la gestión del suelo.
Aumentan la soberanía alimentaria, la democracia alimentaria mediante la eliminación de la dependencia de industrial. Hay que empoderar directamente a los pequeños agricultores, las mujeres, los jóvenes agricultores y los pueblos indígenas.
Hoy en día, los pequeños agricultores del mundo ya producen alrededor de 1/3 tercio de
de los alimentos del mundo. La verdadera solución no reside en crear sustitutos de alimentos, sino en ampliar y escalar las iniciativas de todo el mundo que ya están trabajando para sanar nuestra conexión con la Tierra a través del cuidado.
AMOR POR LA TIERRA
La biodiversidad mundial ha disminuido un 69% de media desde 1970
en decenas de miles de poblaciones salvajes de todo el mundo.
La biodiversidad de plantas, animales y microorganismos es clave para
la estabilidad y el equilibrio necesarios para crear agroecosistemas
resistentes al cambio climático. Los mismos sistemas agroalimentarios
que conservan y rejuvenecen la biodiversidad, también mitigan
el cambio climático y contribuyen a la salud y al aumento de los medios de vida a través de economías regenerativas y economías vivas.
Por eso la transición a sistemas locales, biodiversos y ecológicos
que trabajan en armonía con la Naturaleza es la piedra angular para sanarnos a nosotros mismos a través de la sanación de la Tierra.
Todos estamos conectados a través de la biodiversidad, desde los microorganismos del suelo hasta las plantas, los animales, nuestros alimentos y nuestro microbioma.
La agricultura agroecológica basada en la biodiversidad es clave para mejorar la calidad y la fertilidad del suelo, conservar el agua y la biodiversidad, mejorar la calidad y fertilidad del suelo, conservar los recursos hídricos, reducir el uso de productos químicos mediante el control natural de plagas, y aumentar el rendimiento de los cultivos.
Necesitamos diversidad en los sistemas alimentarios, diversidad en las semillas, diversidad en los alimentos y en las economías.
Al igual que la biodiversidad de la vida nos conecta a todos, también lo hacen
nuestra diversidad cultural, lingüística y de luchas.
Todos estamos hechos e interconectados a través de estas redes vivas de diversidad.
TODOS PODEMOS TRABAJAR PARA REGENERAR LA TIERRA
Hoy más que nunca necesitamos que las culturas agroecológicas del
mundo tomen la delantera y nos muestren lo que significa estar enraizados en armonía con la Tierra. Las soluciones están en manos de las mujeres,los agricultores y los pueblos que practican una agricultura basada en la biodiversidad, movimientos sociales y redes que se resisten a la alteración de la naturaleza y la sociedad.
Al trabajar junto a la naturaleza, la agricultura regenerativa y agroecológica puede generar una mayor resiliencia alimentaria a la vez que extrae carbono de la atmósfera y devolverlo al suelo mediante la fotosíntesis.
Al aumentar la absorción de carbono, la agricultura ecológica
tiene un menor impacto climático que la agricultura industrial. La agricutlrua regenerativa y agroecológica tienen el potencial de secuestrar 52 gigatoneladas de CO2, ya que pueden secuestrar entre 733 y 3000 kgs de CO2 por hectárea y año, lo que equivale a la cantidad de dióxido de carbono necesaria para mantenerse por debajo
de los 2 grados centígrados.
Pero el secuestro de carbono del suelo sólo puede producirse en un suelo vivo. En un puñado de suelo sano pueden vivir más de 100.000 millones de organismos y todos ellos contribuyen a la salud general del ecosistema.
Facilitar el intercambio de nutrientes y las relaciones simbióticas
en el suelo es facilitar la supervivencia de nuestra especie, porque a través de las relaciones e intercambios del suelo,
que sólo pueden darse en la abundancia de biodiversidad, las
propiedades de los ecosistemas del suelo de los que dependemos pueden emerger.
LOS CULTIVOS BIODIVERSOS PRODUCEN ALIMENTOS REALES
Los alimentos de verdad no se crean en un laboratorio, sino que proceden de granjas biodiversas que cuidan la tierra. Los alimentos son la red de la vida y no podemos separar los alimentos de la vida. Del mismo modo que no podemos separarnos de la Tierra. Los alimentos de verdad producidos en granjas de verdad
de un proceso de cuidado de la tierra, los animales y los seres humanos
que celebra la conexión entre la comida y la vida.
Debemos reinstaurar las leyes ecológicas de la Naturaleza, incluyendo la honrar la ecología y la diversidad, compartir los bienes comunes, cuidar de la Madre Tierra y respetar su creatividad. Protegiendo, regenerando y cuidando de la biodiversidad, el pilar de un planeta próspero, podemos acabar con nuestra dependencia mundial de la agricultura industrial.
No necesitamos cantidades masivas de combustibles fósiles y recursos sintéticos artificiales para cuidar la tierra en la que vivimos y producir alimentos sanos.
El objetivo debería ser trabajar junto a la naturaleza para restaurar su
biodiversidad y rejuvenecer sus ciclos naturales para producir Alimentos Reales.
Estas soluciones ya existen y están siendo aplicadas por comunidades alimentarias locales y diversas de todo el mundo,
en todo el mundo. Demostrándonos que es
posible recorrer un camino de vida en armonía con la naturaleza.
Sembrar las semillas del futuro exige que participemos en
democráticamente nuestras economías y cómo y qué producimos y consumimos.
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