Fuente: France Culture -
Desarrollado en el siglo XIX, el modelo productivista de agricultura parece estar en las últimas: el agotamiento de los suelos y la pérdida de la biodiversidad exigen una mejor comprensión del trabajo de las plantas y de la tierra. Esto requiere un conocimiento detallado de la relación entre los seres humanos y las plantas.
Las plantas, al igual que la arquitectura, la historia o la música, forman parte de la base colectiva de nuestra vida cotidiana: el material habitual en el que nos apoyamos sin prestarle atención para formar relaciones sociales, disfrutar de nuestro tiempo libre o decorar nuestras casas... Las plantas y los árboles forman parte de nuestro patrimonio común.
Sin embargo, es posible que no las conozcamos bien: imaginar una planta concreta es a menudo imaginarla en el punto álgido de su madurez, en flor o cargada de frutos... Es decir, como un ser fijo o, como muestra Dusan Kazic, como un producto. Al estudiar la historia de la agricultura, Kazic comprendió que esta representación de las plantas estaba históricamente construida y correspondía a la forma en que el "producto" y la "producción" eran utilizados por el pensamiento económico para captar y comprender la materialidad del mundo.
La agricultura aparece entonces como una forma de producir plantas, al igual que una fábrica produce artefactos. Sin embargo, esta representación no se corresponde a priori con las realidades biológicas (porque lleva a ignorar los suelos y, en consecuencia, a su empobrecimiento y artificialización), ni con las realidades de las prácticas campesinas (al menos antes de que las conformara el desarrollo de la agricultura intensiva), que están hechas de relaciones y atención al comportamiento específico de las especies vegetales.
Por tanto, una buena comprensión de las plantas empieza por entender bien la naturaleza de los vínculos que nos unen a ellas, y éste es el proyecto que Dusan Kazic lleva a cabo como antropólogo. Fue a observar a varios agricultores, así como a cocineros (que a su vez prestan especial atención a los alimentos con los que trabajan) para averiguar cómo se puede observar más de cerca lo que ocurre cuando una planta crece, y qué tipo de relaciones podrían establecerse, tanto de humano a humano como de humano a otros seres vivos, en una agricultura futura.
En estos debates, las frutas y las verduras ya no son simples objetos producidos, sino seres vivos con capacidad de acción. Propone entonces de hablar de "trabajo interespecies" y considerar a las plantas como "trabajadores estacionales" para mostrar que el trabajo ya no está centrado en el ser humano, sino que se basa en la relación entre diferentes seres vivos.
En la reseña de su libro "Cuando las plantas hacen lo que quieren". Diseñar un mundo sin producción ni economía, se señala:
"Vamos a descubrir las fresas, los tomates -que nunca salen de la tierra-, las coles, las hierbas aromáticas, las plantas ornamentales... que obligan a sus compañeros humanos a respetar sus exigencias para crecer y prosperar. Los agricultores con los que el autor va a desherbar, recoger o trasplantar nunca hablan de la relación que tienen con sus plantas en términos de "producción". Dusan Kazic nos introduce en un mundo en el que se forjan relaciones que dan lugar a familias multiespecies. Las plantas no son (sólo) seres comestibles, sino maestros del aprendizaje, seres del amor, seres del trabajo, seres del juego, seres que hablan a su manera. ¡Escuchemos estas historias que el autor cuenta con pasión!
Los agricultores "animan" las plantas tejiendo vínculos sensibles con ellas, tanto si cultivan de forma orgánica como convencional o de forma "razonada".
Si queremos evitar que la tierra caiga en la ruina permanente, no basta con intentar "producir de otra manera". No se trata de dejar de alimentar a los humanos, sino de empezar a pensar en la agricultura a través de las relaciones coevolutivas que los humanos tienen con las plantas, una agricultura de relaciones. En el legado de Pierre Clastres, James Scott y Donna Haraway, el autor propone romper con el paradigma de la producción que se deriva de la economía, que conduce a la destrucción de los campesinos y de esta Tierra, para concebir una agricultura y, más ampliamente, un mundo sin producción y sin economía.
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