Fuente: The Economist – 6 de Marzo de 2021.
Hacen un trabajo incluso mejor que los bosques en tierra firme
La investigación ha demostrado que una hectárea de hierbas marinas puede absorber tanto dióxido de carbono al año como 15 hectáreas de selva tropical
Frente a la costa de Formentera, una isla del Mediterráneo español, vive un organismo que se extiende 15 km de un extremo a otro. La Posidonia oceanica, más prosaicamente conocida como hierba marina, se extiende enviando brotes por debajo del sedimento. Praderas enteras, que cubren varias hectáreas, pueden estar formadas por un solo organismo. Las hierbas también son longevas. Se cree que la inmensa pradera de Formentera lleva extendiéndose decenas o cientos de miles de años.
Pero las hierbas marinas son algo más que una curiosidad biológica. Junto con otros dos tipos de ecosistemas costeros - los manglares y las marismas -, las praderas marinas son especialmente buenas para captar el dióxido de carbono del aire y convertirlo en materia vegetal. Esto hace que los tres ecosistemas sean importantes para los esfuerzos por controlar el cambio climático.
Este papel fue destacado en un informe publicado el 2 de marzo por la UNESCO, una rama de las Naciones Unidas, sobre el "carbono azul", el que capturan los ecosistemas oceánicos y costeros de la Tierra. En total, unos 33.000 millones de toneladas de dióxido de carbono (aproximadamente tres cuartas partes de las emisiones mundiales de 2019) están encerradas en los sumideros de carbono azul del planeta. Las investigaciones de Carlos Duarte, autor del informe y ecólogo marino de la Universidad Rey Abdullah de Arabia Saudí, han demostrado que una hectárea de hierbas marinas puede absorber tanto dióxido de carbono al año como 15 hectáreas de selva tropical.
Todo esto está atrayendo el interés por el carbono azul de aquellos deseosos de utilizar procesos naturales, en lugar de tecnologías humanas como la captura directa de aire, para succionar los gases de efecto invernadero de la atmósfera. En 2018, Apple se asoció con la organización benéfica Conservación Internacional para proteger 11.000 hectáreas de manglares en la costa colombiana. La empresa estima que el proyecto podría encerrar alrededor de 1 millón de toneladas de carbono.
Una de las razones por las que los ecosistemas de carbono azul son sumideros tan eficaces es que los bosques sumergidos son más densos que sus equivalentes terrestres. Además, pueden atrapar restos flotantes y materia orgánica, que se depositan en el fondo marino y pueden duplicar la cantidad de carbono almacenado.
También poseen otra ventaja. A diferencia de los bosques terrestres, los ecosistemas de carbono azul no arden. El cambio climático está intensificando los incendios forestales en todo el mundo. Cuando los bosques se queman, sus reservas de carbono se devuelven a la atmósfera. Y los incendios pueden impedir la capacidad de un bosque para capturar carbono incluso después de haberse quemado. En un estudio publicado el 25 de febrero en Nature Ecology and Evolution, investigadores de la Universidad de Stanford descubrieron que los incendios repetidos favorecen a las especies de árboles de crecimiento lento. Éstas son más capaces de sobrevivir a las llamas, pero también son menos eficaces para absorber el carbono que las especies de crecimiento más rápido.
Los bosques sumergidos no son susceptibles a los incendios, pero siguen siendo vulnerables a otros tipos de desastres. En mayo de 2020, el ciclón Amphan destruyó 1.200 kilómetros cuadrados de manglares en la frontera entre Bangladesh y el estado indio de Bengala Occidental. Una ola de calor marina en aguas australianas en 2010 y 2011 dañó alrededor de un tercio de la mayor pradera marina del mundo, en la bahía de Shark. Durante los tres años siguientes, los estudios de campo demostraron que las plantas arrancadas estaban liberando su carbono a la atmósfera.
Afortunadamente, una catástrofe ecológica más antigua, provocada por el hombre, sugiere que es posible restaurar los ecosistemas de carbono azul dañados. Durante la guerra de Vietnam, el napalm y un cóctel de herbicidas armados destruyeron más de la mitad de los manglares del delta del Mekong. Un informe publicado en 2014 por la Sociedad Internacional de Ecosistemas de Manglares demostró que un intenso programa de replantación de posguerra logró restaurarlo en dos décadas.
Y estos ecosistemas no sólo actúan como esponjas para los gases de efecto invernadero. También sirven como amortiguadores de las costas vulnerables, protegiéndolas de las tormentas que llegan desde alta mar. Un estudio realizado en 59 países subtropicales estimó que, al amortiguar las olas y proporcionar barreras naturales contra las mareas de tempestad, los manglares evitan más de 65.000 millones de dólares en daños materiales cada año y ayudan a dar cobijo a más de 15 millones de personas. Protegerlos y ampliarlos, por tanto, parece una obviedad.