Fuente: Iguzzini - 24 noviembre de 2021
Ciencia y poesía van de la mano en la obra de Stefano Mancuso. Las metáforas que utiliza para ilustrar la vida de las plantas son sencillas y evocadoras, y dan al lector y al oyente profano la impresión de que el reino vegetal desvela por fin sus secretos.
Sin duda, se trata de una sensación engañosa, ya que Mancuso consigue hablar de botánica de un modo que todo el mundo entiende porque no es profano. Profesor del Departamento de Agricultura, Alimentación, Medio Ambiente y Bosques de la Universidad de Florencia, Mancuso es miembro de la Academia de Georgofili, miembro fundador de la Société internationale pour le signalement et le comportement des plantes y director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal. Es conferenciante y autor de libros de éxito, como La Nación de las Plantas, La planta del mundo y El increíble viaje de las plantas.
También ha ayudado a varios artistas a crear instalaciones en Italia y en el extranjero. La más reciente es Cerimonia. Nacida de la creatividad de Edoardo Tresoldi, y construida en Bolonia, ocupa una superficie de 4600 m2 que llevaba más de diez años abandonada. La obra es una estructura de 5,3 metros de altura, hecha de malla metálica y otros materiales y tierra del lugar. Diseñada específicamente para interactuar con los fenómenos biológicos de la zona, la vegetación está cubriendo gradualmente la instalación y redefiniendo las formas de la arquitectura. Un diálogo entre lenguajes que para Mancuso se convierte en un camino más para explorar las conexiones entre el mundo vegetal y el humano. Le hemos entrevistado para conocer a fondo los distintos niveles de su actividad científica.
P: ¿De qué modo influye la luz en la vida y en el comportamiento de las plantas?
Steffano Mancusso: La luz para las plantas es alimento: podríamos decir que las plantas comen luz. La luz es tan indispensable que toda la planta está organizada para recibir la mayor cantidad de luz posible o para responder a la falta de luz, para escapar de la sombra. A través de esta milagrosa reacción que se llama “fotosíntesis” y que, como la palabra indica, recoge la luz y la transforma en materia, las plantas se convierten en el eslabón que une la tierra y el sol. El sol es la única fuente de energía de nuestro sistema. Toda la energía de la que disponemos en el sistema solar procede del sol. Las plantas utilizan esta única y primera fuente de energía luminosa y la transforman en energía química, esa que nosotros comemos. De hecho, las plantas comen luz y la transforman en alimentos para nosotros.
P: El sentido común nos dice que algunas plantas “buscan” la luz, por ejemplo, los girasoles o los árboles que pueblan los bosques. ¿Pero cómo pueden buscar la luz sin verla?
Steffano Mancusso: Las plantas perciben perfectamente la luz. Son uno de los seres más sensibles a la luz. Tienen una visión que llamaremos primitiva. Logran ver bocetos de forma, logran distinguir lo lleno de lo vacío y, sobre todo, –y en este aspecto son mucho mejor que nosotros– logran percibir todas las longitudes de onda de la luz y dirigirse hacia las que tienen la mejor potencia energética.
Figura: Se denomina espectro a la distribución de las ondas electromagnéticas. Solo una pequeña parte en el rango entre 380 y 780 nanómetros (nm) es visible para el ser humano; este rango es lo que denominamos luz. En lenguaje coloquial, hablamos de «luz visible».
P: ¿También la oscuridad tiene un papel en la vida de las plantas?
Steffano Mancusso: Una planta es un ser vivo bipartito: una parte vive sobre la tierra –las hojas, las flores y los troncos– y busca la luz y otra parte vive bajo tierra –las raíces– y tiene la misma masa que la parte superior, la cual escapa de la luz. También las raíces están llenas de fotorreceptores pero la planta los utiliza para alejarse de la luz. Una planta encierra el blanco y el negro, el yin y el yang.
P: ¿Las plantas tienen un ritmo circadiano personal? ¿Qué sucede cuanto este ritmo se desequilibra?
Steffano Mancusso: Las plantas tienen ritmos de reposo y vigilia, al igual que nosotros. Actualmente se está evaluando si en las plantas podemos hablar de un auténtico sueño; algo muy complejo porque el sueño requiere toda una serie de parámetros. Para entendernos, una de las características del sueño es que cada especie adopta una posición particular: el caballo duerme de pie, la vaca de lado, el pato coloca la cabeza debajo del ala, etc. Esto también ocurre con las plantas. La posición cambia de especie a especie: algunas se enrollan, otras bajan las hojas y otras las suben. Además, los individuos jóvenes duermen más que los ancianos, tanto las plantas como los seres humanos. Y también está el desfase horario. Si cambio el ritmo de golpe, necesito que pasen unos días para acostumbrarme al nuevo ritmo. Esto también le ocurre a las plantas. Si se les expone a un ritmo día-noche desfasado de algunas horas con respecto al habitual, necesitan algunos días para adaptarse. Y si la planta no descansa durante un largo periodo, al igual que los humanos, se muere.
P: Antes de Ceremonia, ¿había trabajado ya con otros artistas?
Steffano Mancusso: He colaborado muchas veces con artistas contemporáneos. La primera vez fue con Carsten Höller, con quien construí una maravillosa instalación en el
palacio Strozzi de Florencia llamada The Florence Experiment. Fue todo un éxito, con un aforo de más de ochenta mil personas, algo increíble para el arte contemporáneo. Colocamos enormes toboganes dentro del patio del palacio. Algunas personas descendían por estos toboganes con una planta de judías en las manos, otras sin ella y, algunas veces, dejábamos resbalar las plantas sin las personas. Más tarde, en el laboratorio, estudiábamos qué les había ocurrido a las personas y a las judías mientras bajaban por el tobogán solas o juntas. Una experiencia extraordinaria. También trabajé con Thijs Biersteker, un artista holandés. Realizamos una instalación en la Fundación Cartier, en París, llamada Nous les Arbres. Y, claro, también he colaborado con Tresoldi.
P: En Ceremonia, ¿Tresoldi le propuso el proyecto que estaba pensando?
Steffano Mancusso: Sí, tenía ya un proyecto y discutimos sobre él. Actualmente, para los artistas está empezando a ser fundamental trabajar con los científicos. Existen muchas residencias, entre las más prestigiosas del mundo, realizadas en pareja: el artista y el científico imaginan juntos qué hacer. A mí, me gusta mucho este modo de trabajar. Soy un científico puro y he publicado más de 300 artículos científicos sobre la extraordinaria vida de las plantas, pero solo los han leído cinco o seis colegas en todo el mundo que se ocupan de lo mismo. De repente me di cuenta de que me había cansado de todo esto, porque no sirve de nada que la ciencia siga encerrada en los laboratorios y, sin embargo, el arte –aunque los artistas no quieren oír hablar de “mensaje”– transporta siempre un mensaje.
Por ejemplo, en nuestra exposición de Carsten Höller, el hecho de resbalar con una planta en la mano era un mensaje fundamental para entender que ese ser vivo, que llevabas contigo, estaba probando tus mismas sensaciones, sentía miedo de resbalar vertiginosamente. ¿Prefería estar solo o en compañía? Muchas de las 80 mil personas que visitaron The Florence Experiment me siguen escribiendo para contarme que su visión del mundo vegetal cambió por completo. Y como ahora pienso que ver las plantas es fundamental para la supervivencia de nuestra especie, porque el problema medioambiental se resuelve con las plantas, acojo cualquier colaboración de este tipo con los brazos abiertos porque me da la oportunidad de amplificar las ideas.
P: ¿Está trabajando en este periodo en experimentos o proyectos sobre el tema de la sostenibilidad medioambiental?
Steffano Mancusso: Aparte de la actividad en el laboratorio, en este momento dedico la mayor parte de mi tiempo a intentar hacer entender –sobre todo a nuestros gobernantes pero también a cualquier persona con capacidad para tomar decisiones– que deberíamos plantar en el planeta mil billones de árboles para dar respuesta al problema del calentamiento global. No es suficiente para resolverlo, pero nos permitirá ganar unos setenta años que, en este momento, serían de gran ayuda. No nos damos cuenta de lo que sucede en el planeta. El planeta está sufriendo una transformación exponencial. Las consecuencias serán catastróficas si no entendemos que tenemos que hacer rápidamente algo tan importante como plantar estos mil billones de árboles.
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