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Foto del escritorHomo consciens

No es de extrañar que Greta devolviera un premio de U$50.000




El poder de Greta es que no se promociona a sí misma, no habla más que de hechos y hace lo que dice: ese es el camino del cambio para los nuevos liderazgos.


Salvar el mundo es un negocio caro, especialmente cuando tienes sólo 16 años. Pero el dinero no siempre manda, como ha demostrado esta semana la joven activista climática Greta Thunberg.


Greta rechazó un premio ambiental del Consejo Nórdico de U$ 50.000 agradeciendole por el honor pero añadiendo: "El movimiento climático no necesita más premios."


Tal vez no deberíamos sorprendernos. Desde los días en que comenzó como una figura solitaria sentada en el hormigón con una pancarta hecha en casa, hasta los últimos meses en que millones de personas salieron a las calles para unirse al llamamiento urgente de Greta para que se tomaran medidas sobre el cambio climático, siempre se ha tratado de la causa y no de los deseos personales de la adolescente.


Puede que a los detractores de Greta les convenga decirle que se vaya, que se calle, que conozca su lugar, pero ella ya ha captado la atención de muchos; incluso si siguiera a tantos de sus pares y se limitara a sus libros escolares y a jugar al Fortnite, las cuestiones que ha planteado seguirían igualmente presentes. Y sus palabras, también, seguirán siendo repetidas por los científicos y activistas a quienes no les importa nada el estado de ánimo nacional, sino los fríos y duros datos que apoyan su argumento a favor del cambio.


De hecho, el poder del enfoque de Greta es que no se promociona a sí misma. Su plataforma creció orgánicamente, como una célula que se divide en un nuevo ser. Por muy famosa que haya llegado a ser, su mensaje central sigue siendo uno de los temores más fundamentales de la humanidad -la muerte de nuestro planeta- como centro de atención.


Greta también evita las palabras vacías de los políticos a los que les gusta cubrir las grietas para su beneficio personal, prefiriendo concentrarse en acciones cuantificables y pruebas científicas para sus demandas. Después de todo, como dijo una vez Shakespeare: la acción es elocuencia. Las palabras no son suficientes para Greta. Y tampoco lo es el dinero.


Las palabrerías y el dinero, según muchos, son el quid del problema al que nos enfrentamos con el cambio climático. La obsesión capitalista de añadir tanto como sea posible a las arcas de las corporaciones globales, a la vez que les da un poco de "lavado verde" útil para hacer que el informe anual parezca un poco más aceptable, alimenta su enojo. Para Greta, hablar es fácil. No se la puede acusar de hacer lo mismo ahora.


Sobre los países nórdicos que trataron de otorgar este premio, y sobre la buena reputación que estos tienen en cuestiones climáticas y ambientales, Greta dijo: "No faltan las jactancias sobre cuan ecológicos son. No faltan las palabras hermosas. Pero cuando se trata de nuestras emisiones reales y nuestras huellas ecológicas per cápita - si incluimos nuestro consumo, nuestras importaciones, así como la aviación y el transporte marítimo - entonces es otra historia". El Acuerdo de París, firmado por todos los países nórdicos, se basa en la equidad, lo que significa que los países más ricos deben liderar el camino. Tiene razón al sugerir que están fracasando en sus responsabilidades.


"Pertenecemos a los países que tienen la posibilidad de hacer más. Sin embargo, nuestros países siguen sin hacer nada", dijo. Resulta que el dinero en efectivo no es suficiente para hacer algo. Se necesista el compromiso. Eso, no puede haber duda, Greta lo tiene en abundancia.


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