Fuente: BBC, La Vanguardia
Nuestro estilo de vida nos ha desconectado de la naturaleza: vivimos en ciudades llenas de cemento, nos iluminamos con luz artificial y escapamos los condicionantes de la noche, las estaciones del año pasan desapercibidas en ambientes calefaccionados o acondicionados y lo poco que conocemos del mundo natural, plantas, animales e insectos es más probable que lo conozcamos a través de películas o libros que por experiencia directa.
Precisamente por eso el trastorno por déficit de naturaleza, se ha convertido en una palabra de moda últimamente.
Aunque no es una condición médica reconocida, la preocupación por sus efectos en el bienestar está atrayendo una amplia atención.
Richard Louv acuñó la frase Desorden de Déficit de Naturaleza en su libro de 2005 "Los últimos niños en el bosque"
Louv desgrana en su obra destacadas investigaciones que demuestran cómo la exposición directa a la naturaleza es esencial para el desarrollo humano, especialmente de los niños, y detalla las consecuencias negativas de no tenerlo con regularidad: obesidad, dificultad de atención, enfermedades cardiovasculares y, la más importante, por generalizada: depresión.
Louv también detalla los efectos positivos del contacto cotidiano con la naturaleza que nos rodea: desarrollo y potenciación de todos los sentidos, facilidad de integrar aprendizajes, enriquecimiento de la creatividad o desarrollo general de las habilidades psicológicas de los niños a través del vínculo con todo lo natural, entre otros.
El autor va más allá y comenta la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner para explicar cómo la octava inteligencia debería ser la inteligencia natural, es decir, la capacidad de identificar y clasificar los elementos de la naturaleza.
El trastorno del que hablamos no es algo que uno pueda identificar tener, casi ni podríamos decir que «se sufre». Es tan solo una reacción positiva de nuestro cuerpo al entrar en contacto con el medio natural, algo que este sin ser consciente «echaba de menos». Explica el profesor Corraliza que una manera de darnos cuenta es cuando, después de estar muy cansados, salimos a dar un paseo por un gran parque y mejoramos. «Nos damos cuenta de que echamos de menos la naturaleza cuando después de una experiencia de fatiga nos sentimos bien al entrar en contacto con esta», puntualiza.
Esto que llamamos «sentirnos bien» en realidad es lo denominado experiencia restauradora. Remite el profesor a un estudio llevado a cabo por el profesor Roger Urlich, en el que hacía correr a un grupo de personas en una cinta. Tras el esfuerzo, a algunos los exponía a imágenes de naturaleza mientras que otros observaban escenas de urbanismo. Los expuestos a las imágenes naturales demostraron una capacidad de recuperación de los signos de fatiga mejor, prácticamente en la mitad de tiempo que el otro grupo.
Es por ello que, por pequeño que sea el medio natural, tendrá una incidencia positiva en nosotros. «Cualquier espacio verde nos dará beneficios mentales, aunque cuanto mayor sea la biodiversidad, mayor será el beneficio», apunta Richard Louv. El escritor comenta que, incluso los paisajes más urbanos pueden ser un poco naturales. «Pueden ser acciones pequeñas, como si se tiene un jardín, sustituir el césped por flores y otras plantas que atraigan las rutas migratorias de pájaros y a las mariposas», explica y hace hincapié en que hacer más «verde» un espacio no es tan solo hacerlo más sostenible y eficiente energéticamente, si no crear una cultura natural más rica.
Según Sarah Ivens, autora de Forest Therapy (Terapia del bosque), la lista de beneficios que nos aporta pasar más tiempo en el bosque, la playa, el campo o la montaña es muy larga. Entre ellos destacan:
11 beneficios de pasar más tiempo en contacto con la naturaleza
-Disminución de la presión arterial
-Disminución de los niveles de ansiedad, ira, depresión, obesidad, síndrome de estrés post-traumático, déficit de atención o hiperactividad.
-Reparación de la capacidad de atención.
-Mejora del sueño
-Fortalecimiento del sistema inmune.
-Incremento de la energía y la vitalidad.
-Mejora de la actividad celular anti-tumoral.
-Incremento de la conciencia sensorial y de la percepción.
-Incremento de la capacidad cerebral y de la claridad del pensamiento.
-Mejora de la autoestima, la empatía, la bondad y la compasión.
-Mejora de la creatividad y la intuición.
Es esencial incluir la naturaleza en el día a día de las personas», reafirma y recuerda que, aunque la idea de ir, por ejemplo, el fin de semana a la sierra «a desconectar» es muy saludable, debemos tener en cuenta nuestro estilo de vida e incluir los espacios naturales en él, en nuestro día a día, en las ciudades. «También en nuestras casas, tener plantas de interior o incluso pósters de escenas de naturaleza nos ayuda», comenta.
Formas de devolver la naturaleza a tu vida
-Cualquier ambiente verde - desde plantas en maceta hasta malezas - puede proporcionar un espacio verde que atraiga la vida silvestre y exponga a la gente a los beneficios del mundo natural.
-Un paseo por un jardín botánico o un parque
-Un deporte al aire libre.
-Salir a remar a un lago o río cercano.
-Una siesta al aire libre.
-Hacer manualidades con objetos naturales.
-Buscar un jardín o una zona campestre cercana y jugar a identificar las distintas flores de verano. Podemos dibujarlas en una libreta.
-Hacer gimnasia al aire libre
-Dar un paseo por el parque.
-Practicar los baños de bosque. Se trata de dar un paseo por el campo o por el bosque utilizando los cinco sentidos para disfrutarlo y aprovechar sus beneficios al máximo.
-Tener plantas en casa, atenderlas y conocer que es lo que necesitan, cómo crecen.
-Regalarnos plantas y flores.
-Tener una compostera y conocer las interrelaciones que se generan en su interior: que insectos aparecen, cómo se comportan.