Palabras de Thich Nhat Hanh sobre el cambio climático para las Naciones Unidas
Thich Nhat Hanh es un monje budista zen vietnamita, considerado como el padre del "budismo comprometido", es decir de la vinculación de la práctica de la atención plena con la acción social. Refugiado político en Francia desde 1972, por su combate pacífico, empezado durante la guerra de Vietnam.
Fuente: Plum Village
En 2014, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) le solicitó a Thich Nhat Hanh como líder religioso internacional, una breve declaración sobre el cambio climático y nuestra relación entre nosotros y la Tierra. Esta declaración se publicó en el sitio web de la CMNUCC, antes de la Cumbre del Clima de París en septiembre de 2015.
Enamorarse de la Tierra
Este hermoso, generoso y vivificante planeta que llamamos Tierra ha dado a luz a cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros lleva la Tierra dentro de cada célula de nuestro cuerpo.
Nosotros y la Tierra somos uno.
La Tierra es nuestra madre, nos nutre y protege en cada momento, dándonos aire para respirar, agua fresca para beber, comida para comer y hierbas curativas para curarnos cuando estamos enfermos. Cada respiración que inhalamos contiene nitrógeno, oxígeno, vapor de agua y oligoelementos de nuestro planeta. Cuando respiramos con atención, podemos experimentar nuestro ser con la delicada atmósfera de la Tierra, con todas las plantas, e incluso con el sol, cuya luz hace posible el milagro de la fotosíntesis. Con cada respiración podemos experimentar la comunión. Con cada aliento podemos saborear las maravillas de la vida.
Necesitamos cambiar nuestra manera de pensar y ver las cosas. Tenemos que darnos cuenta de que la Tierra no es sólo nuestro medio ambiente. La Tierra no es algo fuera de nosotros. Respirando con atención y contemplando tu cuerpo, te das cuenta de que eres la Tierra. Te das cuenta de que tu conciencia es también la conciencia de la Tierra. Mira a tu alrededor, lo que ves no es tu entorno, eres tú.
Gran Madre Tierra
Cualquiera que sea la nacionalidad o cultura a la que pertenezcamos, cualquiera que sea la religión que sigamos, ya seamos budistas, cristianos, musulmanes, judíos o ateos, todos podemos ver que la Tierra no es materia inerte. Ella es un gran ser, que ha dado a luz a muchos otros grandes seres, incluyendo budas y bodhisattvas, profetas y santos, hijos e hijas de Dios y de la humanidad. La Tierra es una madre amorosa, que nutre y protege a todos los pueblos y todas las especies sin discriminación.
Cuando te des cuenta de que la Tierra es mucho más que tu entorno, te moverás para protegerla de la misma manera que te protegerías a ti mismo. Este es el tipo de conciencia, el tipo de despertar que necesitamos, y el futuro del planeta depende de si somos capaces de cultivar este conocimiento o no. La Tierra y todas las especies de la Tierra están en peligro. Sin embargo, si podemos desarrollar una relación profunda con la Tierra, tendremos suficiente amor, fuerza y despertar para cambiar nuestra forma de vida.
Enamorarse
Todos podemos experimentar un sentimiento de profunda admiración y amor cuando vemos la gran armonía, elegancia y belleza de la Tierra. Una simple rama de cerezo en flor, la cáscara de un caracol o el ala de un murciélago son testigos de la creatividad magistral de la Tierra. Cada avance en nuestro entendimiento científico profundiza nuestra admiración y amor por este maravilloso planeta. Cuando realmente podemos ver y entender la Tierra, el amor nace en nuestros corazones. Nos sentimos conectados.
Ese es el significado del amor: ser uno.
Sólo cuando nos hayamos enamorado de verdad de la Tierra, nuestras acciones surgirán de la reverencia y de la comprensión de nuestra interconexión. Sin embargo, muchos de nosotros nos hemos alejado de la Tierra. Estamos perdidos, aislados y solos. Trabajamos demasiado, nuestras vidas están demasiado ocupadas, y estamos inquietos y distraídos, perdiéndonos en el consumo. Pero la Tierra siempre está ahí para nosotros, ofreciéndonos todo lo que necesitamos para nuestra alimentación y sanación: el milagroso grano de maíz, el refrescante arroyo, el fragante bosque, la majestuosa cima de la montaña nevada y el alegre canto de los pájaros al amanecer.
La verdadera felicidad está hecha de amor
Muchos de nosotros pensamos que necesitamos más dinero, más poder o más estatus antes de poder ser felices. Estamos tan ocupados pasando nuestras vidas persiguiendo el dinero, el poder y el estatus que ignoramos todas las condiciones para la felicidad que ya están disponibles. Al mismo tiempo, nos perdemos en comprar y consumir cosas que no necesitamos, lo que supone una gran carga tanto para nuestro cuerpo como para el planeta. Sin embargo, gran parte de lo que bebemos, comemos, vemos, leemos o escuchamos es tóxico, contaminando nuestros cuerpos y mentes con violencia, ira, miedo y desesperación.
Además de la contaminación por dióxido de carbono de nuestro entorno físico, podemos hablar de la contaminación espiritual de nuestro entorno humano: la atmósfera tóxica y destructiva que estamos creando con nuestra forma de consumir. Necesitamos consumir de tal manera que realmente sostenga nuestra paz y felicidad. Sólo cuando seamos sostenibles como seres humanos, nuestra civilización será sostenible. Es posible ser feliz en el aquí y el ahora.
No necesitamos consumir mucho para ser felices; de hecho, podemos vivir de manera muy sencilla. Con la atención, cualquier momento puede convertirse en un momento feliz. Saborear un simple respiro, tomarse un momento para detenerse y contemplar el brillante cielo azul, o disfrutar plenamente de la presencia de un ser querido, puede ser más que suficiente para hacernos felices. Cada uno de nosotros necesita volver para reconectarse con nosotros mismos, con nuestros seres queridos y con la Tierra. No es el dinero, el poder o el consumo lo que nos puede hacer felices, sino tener amor y comprensión en nuestro corazón.
El pan en tu mano es el cuerpo del cosmos
Necesitamos consumir de tal manera que nuestra compasión se mantenga viva. Y sin embargo, muchos de nosotros consumimos de una manera muy violenta. Se talan bosques para criar ganado para la producción de carne o para cultivar granos para la elaboración de licores, mientras millones de personas mueren de hambre en el mundo. Reducir en un 50% la cantidad de carne que comemos y el alcohol que consumimos es un verdadero acto de amor por nosotros mismos, por la Tierra y por los demás. Comer con compasión ya puede ayudar a transformar la situación a la que se enfrenta nuestro planeta y restaurar el equilibrio entre nosotros mismos y la Tierra.
Nada es más importante que la hermandad
Hay una revolución que tiene que ocurrir y que empieza desde dentro de cada uno de nosotros. Necesitamos despertar y enamorarnos de la Tierra. Hemos sido homo sapiens durante mucho tiempo. Ahora es el momento de ser homo conciens. Nuestro amor y admiración por la Tierra tiene el poder de unirnos y eliminar todas las fronteras, la separación y la discriminación. Siglos de individualismo y competencia han provocado una tremenda destrucción y alienación. Necesitamos restablecer la verdadera comunicación -la verdadera comunión- con nosotros mismos, con la Tierra y entre nosotros como hijos de la misma madre. Necesitamos más que nueva tecnología para proteger el planeta. Necesitamos una verdadera comunidad y cooperación.
Todas las civilizaciones son impermanentes y deben terminar algún día. Pero si continuamos en nuestro curso actual, no hay duda de que nuestra civilización será destruida antes de lo que pensamos. La Tierra puede necesitar millones de años para sanar, para recuperar su equilibrio y restaurar su belleza. Ella podrá recuperarse, pero nosotros los humanos y muchas otras especies desapareceremos, hasta que la Tierra pueda generar las condiciones para volver a surgir en nuevas formas. Una vez que podamos aceptar la impermanencia de nuestra civilización con paz, seremos liberados de nuestro miedo. Sólo entonces tendremos la fuerza, el despertar y el amor que necesitamos para unirnos. Acariciar nuestra preciosa Tierra -enamorarse de la Tierra- no es una obligación. Es una cuestión de felicidad y supervivencia personal y colectiva.