Fuente: Le Monde - 24 de noviembre de 2021
Este proyecto faraónico de la Unión Africana pretende restaurar 100 millones de hectáreas de tierras áridas en una franja de 8.000 km de longitud desde Senegal hasta Yibuti.
En el suelo, las cabras hacen crujir semillas de acacia, un arbusto con formidables espinas: antaño un paisaje lunar, la meseta de Simiri, ciudad situada a un centenar de kilómetros al norte de Niamey, se ha transformado en un pequeño paraíso para la fauna y la flora.
"Bienvenidos al lugar de la Gran Muralla Verde de Simiri, un pequeño bosque de más de 25 hectáreas que ha crecido en un terreno pedregoso", dijo el capitán Mouhamadou Souley, jefe de los servicios de lucha contra la desertización, al recibir a AFP. Las termitas excavan en las galerías, se pueden ver huellas de ardillas y perdices, así como mantis religiosas colgadas de los árboles, donde enjambres de saltamontes devoran el follaje.
La reforestación de la hostil meseta de Simiri comenzó en 2013. Armados con picos y palas, los aldeanos construyeron terraplenes de tierra que retienen el agua de lluvia alrededor de los árboles jóvenes durante más tiempo para asegurar su crecimiento, incluso en tiempos de sequía. "Gracias a ello, ya hemos empezado a trabajar para ampliar otras 65 hectáreas", señala el capitán Souley.
El regreso de las jirafas
La Gran Muralla Verde (GGW), un proyecto faraónico de la Unión Africana (UA), pretende restaurar unos 100 millones de hectáreas de tierras áridas en África de aquí a 2030, en una franja de 8.000 km que se extiende desde Senegal hasta Yibuti, pasando por Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Eritrea y Etiopía.
La parte nigeriana de la Gran Muralla Verde - GMV- está formada principalmente por Senegalia senegal (goma blanca) y Bauhinia rufescens, dos especies muy resistentes a la sequía que pueden alcanzar los doce metros de altura. "Sus hojas y semillas son ricas en proteínas para el ganado", dice Garba Moussa, un agricultor de Bani-Maté, una aldea cercana al lugar: "Cocidas o secas, también las consumimos como alimento de supervivencia durante las sequías severas.
"Este lugar era un paisaje estéril, y ahora ha renacido milagrosamente un pequeño bosque", afirma Moussa Adamou, alcalde de Simiri, que constata "el regreso de la caza". A partir de ahora, incluso "las jirafas" abandonan su lejano hábitat de Kouré, al sur de Niamey, para venir a saborear las tiernas hojas de la acacia, asegura.
De aquí a 2030, Níger, un Estado desértico en tres cuartas partes, pretende "reverdecer" 3,6 millones de hectáreas de tierra en el 37,5% de su vasto territorio, según el coronel Maïsharu Abdou, director general de la agencia Gran Muralla Verde - GMV- en Níger. Para alcanzar este sueño, el país, uno de los más pobres del mundo, necesita más de 454.000 millones de francos CFA (más de 693 millones de euros), dijo. La Unión Europea (UE), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Banco Mundial y los donantes bilaterales ya se han metido las manos en el bolsillo.
"Es una carrera hacia el fondo", dice el coronel Abdou. Tras una década de trabajo, "hicimos un primer balance en 2020 y lo que se ha conseguido está entre el 8 y el 12%" del total, revela.
La amenaza yihadista
Además de detener el desierto, el proyecto también se centra en el acceso al agua y a la energía solar, así como en los aspectos socioeconómicos: horticultura, piscicultura, ganadería y granjas avícolas; el objetivo es dar trabajo a una población asolada por la pobreza. Las ONG locales se han unido a la batalla. "Vamos a reforestar 100 hectáreas en seis municipios, tenemos nuestros viveros y hemos cavado pozos de agua", explica Issa Garba, de la organización Jeunes volontaires pour l'environnement (JVE).
Sin embargo, los atentados yihadistas que han puesto de luto a varios países de la GMV podrían poner en peligro la realización de este gigantesco proyecto. "La inseguridad ha sido un duro golpe para su realización. Todos los países están centrados en la lucha contra la inseguridad", afirma Issa Garba. "Hay zonas en las que los agricultores tienen miedo de aventurarse a realizar actividades de reforestación o de mantenimiento de los árboles", señala Sani Yaou, un experto nigeriano.
En Níger, las zonas forestales del sur ya han perdido un tercio de su superficie y ahora sólo representan entre el 1 y el 2% del país, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). La tierra cultivable es, por tanto, un tesoro para un país en el que el 80% de la población vive de la agricultura de subsistencia. De 23 millones de habitantes en 2019, se espera que la población nigeriana aumente a 30 millones en 2030 y a 70 millones en 2050, según el Banco Mundial. De ahí la importancia vital del rápido éxito de la Gran Muralla Verde.