
Fuente: Pirelli - 9 de enero de 2016
Érase una vez el tiempo. Pero el tiempo ya no existe. Al menos no como lo concebíamos antes. La gente del tercer milenio está condenada a vivir en el presente. A merced del momento. Fragmentos móviles de la sociedad líquida en la era del tiempo líquido. En otras palabras, en una evolución interminable e imparable.
Esta es la descripción que nos ofrece, con voz tranquila y con una corriente de pensamiento ordenada, dando el peso justo a cada idea, Zygmunt Bauman: filósofo, sociólogo, célebre observador de la posmodernidad y de sus transformaciones transitorias.
Hombre imponente a pesar de su apariencia frágil: nacido en 1925, Bauman ha vivido el siglo XX con sus vericuetos, los horrores de la historia y la aceleración del desarrollo y la tecnología. De ascendencia judía, en 1968 se vio obligado a huir de su Polonia natal, un país marcado por el antisemitismo. Y durante medio siglo, como profesor de la Universidad de Leeds, en Inglaterra, ha aplicado una paciencia y una dedicación a la antigua usanza a la tarea de proporcionar a generaciones de estudiantes las categorías necesarias para comprender la realidad.
Con una condición previa. «El mundo cambia demasiado deprisa para poder atribuir un sentido universal a las cosas. Hoy en día es una lucha individual: cada uno de nosotros lucha solo para dar sentido al tiempo», explica amablemente.
P: ¿Cómo ha cambiado la noción del tiempo?
Zygmunt Bauman: Hay dos aspectos a tener en cuenta, ambos influyen significativamente en nuestra forma de percibir y utilizar el tiempo. El primero es la ausencia de una perspectiva a largo plazo. Hoy en día, las personas ya no están acostumbradas a planificar sus acciones en el tiempo porque son cada vez más y dolorosamente conscientes de la rapidez de los cambios. La velocidad a la que se suceden los acontecimientos es tal que cualquier suceso es en gran medida espontáneo. Y quizá también imprevisible.
P. Entonces, ¿estamos a merced del presente?
Zygmunt Bauman: Ya no es posible concebir y planificar cosas que tardan años en realizarse, porque en el tiempo que media entre la idea y su realización todo puede cambiar. La idea que la gente tiene hoy del tiempo no difiere de la del café instantáneo: echas agua, pones el polvo y te lo bebes inmediatamente.
P: ¿Así que incluso el tiempo es desechable?
Zygmunt Bauman: Hay una palabra para definir esta noción: tiempo nowist. El tiempo de este momento concreto.
P: ¿Qué diferencia el tiempo actual del pasado?
Zygmunt Bauman: La velocidad, por ejemplo la velocidad con la que perdemos el interés por algo: no podemos mantener nuestro compromiso y nuestra atención en el mismo tema durante demasiado tiempo.
P: ¿Y qué más?
Zygmunt Bauman: El hecho de que no podemos utilizar las armas del pasado para enfrentarnos al tiempo.
P: ¿Por ejemplo?
Zygmunt Bauman: La paciencia, que solíamos enseñar a los niños: planificar las cosas con cuidado, trabajar para conseguirlas paso a paso, hacer primero una cosa y luego otra.
P: Si hemos perdido la linealidad de la planificación, ¿qué nos queda?
Zygmunt Bauman: El puntillismo, por tomar prestada una palabra del mundo del arte. Como un cuadro, la vida está hecha de momentos, de puntos de color. Si los observamos individualmente, no son más que puntos, cada uno muy parecido al siguiente, pero combinándolos cuidadosamente el pintor es capaz de crear un cuadro.
P: Ha dicho que hay que tener en cuenta dos aspectos.
Zygmunt Bauman: Sí, el otro es la morfología del tiempo: el tiempo solía estar estructurado. La gente luchaba por hacerlo estable. Por ejemplo, en mi época el tiempo se dividía en tiempo de trabajo y tiempo privado, entre el deber y el placer, por así decirlo.
P: ¿Ya no es así?
Zygmunt Bauman: Hoy en día las divisiones se difuminan, ya no son claras. No sólo los límites no son negociables, sino que además se basan en acontecimientos que no se pueden predecir. ¿Sabe por qué?
P: ¿Por qué?
Zygmunt Bauman: Porque hoy en día ya nadie está ausente, todos estamos constantemente presentes. Cualquiera que tenga un teléfono móvil o un iPhone en el bolsillo puede enviar una señal en cualquier momento. Y esa señal significa que alguien quiere que hagas algo distinto de lo que estás haciendo.
P: Un efecto secundario del correo electrónico, que nos mantiene encadenados al trabajo.
Zygmunt Bauman: Eso no es todo: la idea funciona en todos los sentidos. Cuántas veces vemos grupos de jóvenes por la calle, cada uno con su teléfono. Cuando se aburren, cuando la conversación deja de ser interesante, sólo tienen que sacar el teléfono para sumergirse en otra cosa.
P: ¿Tan cerca y tan lejos?
Zygmunt Bauman: El tiempo también es líquido, como la sociedad. Se puede mantener la proximidad física, pero no la espiritual.
P: Si es limitado y fugaz, ¿cómo debemos utilizar el tiempo?
Zygmunt Bauman: Esta es una sociedad muy individualista y cada uno libra su propia batalla para dar sentido al tiempo. Benjamín Franklin decía que el tiempo es dinero, por ejemplo, pero yo no creo que eso sea cierto.
P:¿Por qué no?
Zygmunt Bauman: Pongamos un ejemplo sencillo: uno ahorra toda la vida para su vejez, pero el tiempo deprecia el dinero, lo hace valer menos. Es una contradicción. En teoría, el tiempo te lo devuelve de otra manera...
P: ¿Cómo?
Zygmunt Bauman: Al menos en teoría, cuando lo utilizas para cosas que hoy en día parecen imposibles: por ejemplo, proyectos a largo plazo que nos obligan a priorizar nuestros intereses, sacrificando quizá los placeres momentáneos en favor de cosas duraderas. En teoría, al hacer esto podemos mirar atrás y sentirnos gratificados por el tiempo.
P: ¿Y usted insiste en que esto es sólo teórico?
Zygmunt Bauman: Sí, porque en la práctica a menudo las condiciones no son estables, por lo que la planificación no aporta gratificación después de todo. Los estudiantes son el mejor ejemplo. Eligen qué carrera cursar en función de las competencias que requiere el mercado laboral: en teoría, su elección debería recompensarles.
P: Pero, ¿en lugar de eso?
Zygmunt Bauman: En cambio, las circunstancias son tan cambiantes e inestables que al final de la carrera elegida esas competencias ya no sirven: el mercado ya está buscando otra cosa.
P: Así que no hay salida.
Zygmunt Bauman: Las cifras son claras: el 50% de los jóvenes titulados en Europa no tienen trabajo o no hacen aquello para lo que estudiaron.
P: Díganos un aspecto positivo del cambio que se está produciendo.
Zygmunt Bauman: La tecnología -la posibilidad de estar constantemente en contacto con el espacio público utilizando un smartphone en cualquier momento- es una revolución. Ha barrido los obstáculos institucionales, los guardianes que hasta hace 30 años bloqueaban el acceso a la esfera pública.
P: ¿Es el mundo moderno más democrático?
Zygmunt Bauman: No podemos decirlo: las consecuencias de la revolución tecnológica son enormes, pero imposibles de evaluar hoy en día. Si bien es cierto que todo el mundo puede acceder al espacio público, también lo es que podemos convertirnos en esclavos de los «me gusta» de Facebook y del número de personas que leen nuestro blog. Este fenómeno tiene un nombre.
P: ¿Qué?
Zygmunt Bauman: El Pobre Hombre sustituye a la celebridad: el éxito se mide por ser visto lo más posible. Esta es la estadística clave de nuestro tiempo.
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